Como Citar
Sánchez Jaramillo, L. F. (2005). -. Latinoamericana De Estudios Educativos, 1(1), 54–82. Recuperado de https://revistasojs.ucaldas.edu.co/index.php/latinoamericana/article/view/5800

Autores

Luis Fernando Sánchez Jaramillo
Universidad de Caldas. Manizales
sincorreo@ucaldas.edu.co

Resumo

-

Le Goff y Collingwood son algunos de los que se esfuerzan en proponer una definición clara y amplia sobre la palabra historia; en los demás casos esta intención es menor. Cf. Le Goff, Jaques. Pensar la Historia. Ed. Altaya Barcelona, 1995. y Cf. Collingwood, R G. Idea de la Historia. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2000.

La explicación del sentido histórico de los hombres debe ser entendida alejada de la sicología. Collingwood. R. G. Idea de la Historia. Op. Cit.

Adam Schaff explica ampliamente el papel del historiador, no como una conciencia de su ser, sino como operatividad de su profesión como historiador. Cf. Schaff, Adams. Historia y Verdad: Ensayo sobre la Objetividad del Conocimiento Histórico. 5º ed. Ed. Grijalbo México, 1982, p. 382.

Algunos de los problemas relacionados con explicación y leyes históricas son desarrollados por Hempel y Nagel, y los relacionados con explicación histórica son tratados además por Schaff y Walsh.

Collingwood, Le Goff, Stebbing y Danto citan a Langlois y Seignobos quienes parten de este enfoque de indagación histórica.

Hay un amplio análisis de esta teoría que es la que Collingwood respalda en: Collingwood, R.G. Op. Cit. Otro examen puede encontrarse en Walsh W.H. Introducción a la filosofía de la historia.

La mayoría de quienes se inclinaban por la idea de una ciencia de la historia, anteriores a Collingwood, se basaron en la teoría positivista de la historia. Cf Walsh W.H. Introducción a la Filosofía de la Historia.

Cf. Schorske, Carl E. Pensar con la Historia. Ed. Taurus, Madrid, 2001, p. 355. El primero de los Nueve Libros de Historia de Herodoto está dedicado a Clío, los demás están dedicados a cada una de las otras deidades. Cf. Herodoto. Los Nueve Libros de la Historia en Historiadores Griegos, Libro I, Clío. Ed. Aguilar, Madrid, 1969, p. 539.

Moulines refiere una clara explicación del origen de la palabra historia, Cf. Moulines, Ulises. Pluralidad y Recursión: Estudios epistemológicos. Ed. Alianza Madrid, 1991, p. 68; otros como Le Goff ofrecen un estudio acerca de la manera cómo se comporta el concepto historia en algunas lenguas, al respecto dice: “El inglés por ejemplo distingue history de story, historia de relato, el alemán trata de establecer la diferencia entre esta actividad científica, Geschichtsschreibung, y Geschichtswissenschaft a la ciencia histórica propiamente dicha, el italiano manifiesta la tendencia a designar, si no la ciencia histórica, al menos los productos de esta ciencia con el término historiografía y las demás lenguas europeas se esfuerzan más o menos por evitar esa ambigüedad”. Cf. Le Goff, Jaques. Pensar la Historia. Ed. Altaya Barcelona, 1995, p. 22. Sin embargo, en general, cada uno de los estudios acerca de la historia ofrecen nuevos y variados conceptos acerca de ella.

Cf. Jaspers, Carl “Límites de la historia” en: Origen y Meta de la Historia. Ed. Altaya Barcelona, 1995, 363 p.

Jaspers, Karl. Op. Cit.

Moulines coincide con Jaspers en que la historia se limita a los asuntos culturales humanos, esto es, para ellos la historia no es de la naturaleza sino del hombre, la historia del hombre se inscribe en la naturaleza, ella sólo puede ser historia en tanto y en cuanto el hombre; hay, sin embargo, otros problemas a los que se refiere Moulines como son los de la historia material, la historia concreta y la historiografía, que estudian los eventos humanos y los estudios acerca de esos eventos. Cf. Jaspers. Op. Cit., p. 49.

Cf. Jaspers, Karl. Op. Cit., p. 47.

Cf. Schaff, Adam. Historia y Verdad. Ed. Grijalbo México, 1982, pp. 117-164.

Cf. Aron, Raymond. “Ciencia y Filosofía de la historia” en: Introducción a la Filosofía de la historia: Ensayo sobre los límites de la objetividad histórica. Capítulo IV, Tomo 2. Ed. Siglo XX, Buenos Aires, 1984, pp.113.

Cf. Jaspers, Carl. “Estructura Fundamental de la Historia” en: Origen y Meta de la Historia.

Cf. Collingwood, R G. Idea de la Historia. Ed. Fondo de Cultura Económica México, 2000, p. 27. También Cf. Herodoto, Op. Cit., pp. 539-540.

Ibídem., p. 15.

Cf. Collingwood, R.G. Op. Cit., p. 27.

Cf. Jaspers, Carl. “Sentido de las reflexiones históricas” en: Origen y Meta de la Historia. Ed. Altaya Barcelona, 1995, 363 p.

Para Popper la historia de nuestro conocimiento está representada en “nuestras teorías acerca del mundo y de los efectos de esos productos hechos por nosotros sobre nosotros mismos y nuestras creaciones posteriores”. Cf. Popper, Karl.“Pluralismo y emergencia en la historia” en: Conocimiento Objetivo. Ed. Tecnos Barcelona, 1996.

Cf. Cruz, Manuel. “El presente respira por la historia” en: Filosofía de la Historia; Schaff, Adam. Op. Cit., p. 162.

Cf. Schaff, Adam. Ibídem, p. 144.

Durante los siglos XVIII y XIX los hombres de ciencia partieron de la base de que las leyes de la naturaleza habían sido descubier tas y definitivamente establecidas, en la suposición de que la tarea del científico consistía en descubrir y establecer más leyes de esta clase me-diante un proceso inductivo a partir de los datos observados. Los que estudiaban la sociedad, deseosos, a sabiendas o no, de probar la condición científica de sus estudios, adoptaron igual lenguaje y creyeron seguir el mismo procedimiento. Cf. Popper, Karl. “Un enfoque pluralista de filosofía de la historia” en: En Busca de un Mundo Mejor. Por su parte, Carr indica que “se partía del supuesto indiscutido de que tal era también el de la ciencia, esta era la noción de que partía Bury cuando describía la historia como una ciencia, ni más ni menos”. Cf. Carr, E.H. ¿Qué es la Historia? 9º ed. Ed. Maura Seix Barral, 1979, p. 75.

Henri Poincaré en La Science et l’hypothése, inició una revolución del pensamiento científico. Su principal tesis es que las proposiciones generales enunciadas por los hombres de ciencia son, o meras definiciones o convenciones disfrazadas acerca del uso del lenguaje, o hipótesis encaminadas a cristalizar y organizar un pensamiento ulterior, su-jetas a ulterior verificación, modificación o refuta-ción. Cf. Mosterín, Jesús. Op. Cit. p. 131. También Aron, Raymond.“Ciencia y filosofía de la historia” en: Introducción a la Filosofía de la Historia, capítulo IV del tomo 2. Carr, E.H. Op. Cit., p. 77.

Cf. Bunge, Mario. “Universalidad del método científico” en Epistemología. “Luego, Marx tomó de Hegel la concepción de la historia como proceso sin sujeto, el concepto de proceso es científico, en tanto que la noción de sujeto no es más que una noción ideológica. El concepto de proceso científico da lugar a una revolución en las ciencias: la ciencia de la historia se vuelve formalmente posible, mientras que el concepto de sujeto produce “una revolución en filosofía: ya que toda filosofía clásica descansa en las categorías de sujeto + objeto (objeto = reflejo especular del sujeto)”. Cruz, Manuel. Op.cit. 43 Si lo primero es la solución verdadera podemos decir que la tarea del historiador es decirnos, según la famosa frase de Ranke, exactamente lo que ocurrió, y dejar la materia en eso; si lo es lo segundo, tenemos que convenir en que el tipo de relato que tiene que construir el historiador es un relato significativo, dejando la cuestión de cómo puede serlo para ulteriores investigaciones. Walsh, Ibídem, p. 42.

“Este modo de proceder se encuentra alejado del que se empleó durante el siglo XIX, cuando científicos e historiadores esperaban el día en que quedara estable-cido un cuerpo de conocimientos que abarcara todo y que resolviera de una vez todos los problemas discutidos. Hoy, los científicos e historiadores tienen la esperanza de avanzar de una hipótesis parcial a la siguiente, aislando sus hechos al pasarlos por el tamiz de sus interpretaciones, y verificando éstas con los hechos; y los caminos que cada cual sigue no me parecen esencialmente distintos” Carr, Edward Hallett. ¿Qué es la Historia? 9° ed. Ed. Seix Barral Barcelona, 1979, p. 79.

Walsh, Op. Cit., p. 207.

El contraste entre la historia y las ciencias naturales no es tan agudo, ya que no es verdad que el científico se interese por el presente con exclusión del pasado. Walsh, Ibídem, pp. 29-51.

Walsh, Ibídem, pp. 41-43.

Walsh, Ibídem, p. 43.

Idem.

Gordon, Op. Cit., pp. 423–439. El modelo de Ley de Cobertura consiste en subsumir un hecho bajo una ley general Cf. Danto. Op. Cit.

“El aspecto ontológico del problema, es importante sólo para Croce y Collingwood, en tanto que los otros presentistas o bien no le prestan atención o bien están dispuestos a admitir la existencia objetiva de los procesos históricos (res gestae) sin modificar su subjetivismo con respecto a la historia (historia rerum gestarum)”. Schaff, Adam. Historia y Verdad: Ensayo sobre la objetividad del conocimiento histórico. 5° ed. Ed. Grijalbo México, 1982, pg. 151.

Ibídem, pgs. 153-154.

“Otros hombres más sabios y más entendidos que yo han descu-bierto en la Historia una trama, un ritmo, un curso predetermi-nado. Toda esta armonía está velada para mí. Lo único que yo puedo ver es un suceso tras otro, una ola tras otra ola; realida-des inmensas sobre las que, dada su naturaleza exclusiva, no caben generalizaciones; nada más una única regla segura existe que el historiador debe reconocer: la de que en el desarrollo del destino humano, lo contingente y lo imprevisible desempeñan un papel preponderante”. Commager Steel. La Historia. 1º ed. Ed. Hispanoamericana, México, 1967, pg. 98.

Nuestras sociedades son desordenadas: desordenadas materialmente en sus ciudades, institucionalmente en sus economías, en su política y en sus relaciones internas. La inteligencia trata de poner orden en todo esto y, consiguientemente, disminuir el desorden o anularlo. Ibídem, pg. 152.

La identificación de historia y conocimiento fue lema en los años cincuenta de H. I. Marrou, en que destaca que, la historia es conocimiento del pasado humano, esto obvia otros conceptos como los de investigación, estudio, búsqueda, encuesta, narración, etc.; la historia, por esa misma condición de conocimiento, es inseparable de su conocedor: el historiador; una vez planteadas estas cuestiones, el historiador ha de recurrir a los documentos para encontrar respuesta. “El protagonismo del historiador deja así en un segundo plano ese protagonismo casi exclusivo de los documentos al que se referían Langlois y Seignobos”. Mitre, Op. Cit., pgs. 89-102.

Cf. Aron, Raymond. “Ciencia y Filosofía de la Historia” en: Introducción a la Filosofía de la Historia, capítulo IV, tomo 2 y “El Tiempo y los Conceptos de la Historia” en: Introducción a la Filosofía de la Historia, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1984, Tomo I, pgs. 1, 36, 37 y 39.

Cf. Cruz, Manuel. El Presente Respira por la Historia. en: Filosofía de la Historia: El debate sobre el historicismo y otros problemas mayores. Ed. Paidós, Barcelona, 1991.

M. R. Cohen y E. Nagel. Introducción a la Lógica y el Método Científico (1934), pág. 596. Citado por Carr. Cf. Carr, Edward Hallett. ¿Qué es la Historia? 9° ed. Ed. Seix Barral, Barcelona, 1979, pg. 77.

La necesidad de justificar el conocimiento exhibiendo las bases en las cuales se apoya, es una característica de la ciencia porque se desprende del hecho de que la ciencia es un cuerpo organizado de conocimiento. Cf. Collingwood, R.G. Idea de la Historia. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2000, p. 244.

Veyne considera que “es imposible improvisar historiadores, es necesario saber qué preguntas plantearse, y también qué problemáticas están superadas: no se escribe sobre la historia política, social y religiosa con las opiniones que tengamos en privado sobre estos temas, por respetables, realistas o avanzadas que sean.” Cf. Le Goff, Jaques. Pensar la Historia. Ed. Altaya, Barcelona, 1995, p. 22.

“Se reemplaza el acontecimiento por un hecho mediante una abstracción científica, se tiende hacia las totalidades trascendentes a la duración o se realiza un esfuerzo para reconstruir un devenir.” Aron, Op. Cit.

Aron, Ibídem, pp. 111-113.

Veyne considera que “es imposible improvisar historiadores, es necesario saber qué preguntas plantearse, y también que problemáticas están superadas: no se escribe sobre la historia política, social y religiosa con las opiniones que tengamos en privado sobre estos temas, por respetables, realistas o avanzadas que sean”. Le Goff, Op. Cit.

“La historia no es un saber pobre; deviene desde el conocimiento de sí, en tanto separa y reconstruye la racionalidad inherente a la vida, aunque ignorante a veces de los seres mismos que la viven, vuelve a captar su movimiento hacia el espíritu, y de los individuos hacia un destino colectivo”. Aron, Op.Cit., p. 107.

“En el caso del prójimo, exige la intervención de sigilos; la interpretación de los signos mismos o la inferencia de los signos en la cosa significada, agrega una dimensión al fenómeno, y nace una nueva incertidumbre.” Aron, Ibídem, p. 111.

“Todos los monumentos existen por ellos y para ellos mismos en un universo espiritual; la lógica jurídica y económica es interna a la realidad social y superior a la conciencia indi-vidual”. Aron, Ibídem, p. 114.

En general, los problemas se plantean contra un fondo de conocimiento, presuponen un fondo de mitos, de teorías o de tradiciones históricas, que se aceptan con crítica, esto es, que se han detectado en ellas ciertas dificultades que les son inherentes. Popper, Karl.”Comparación con el método de evocación subjetiva de Collingwood” en Conocimiento Objetivo.

Es cierto que los historiadores hablan de movimientos generales que caracterizan a épocas particulares: la Ilustración, el movimiento romántico, la época de la Reforma en la Inglaterra del siglo XIX, la aparición del capitalismo monopolista. Walsh, Op. Cit., p. 66.

Según este punto de vista de Hempel, el historiador debe ir más allá de la prueba empírica concreta que se obtiene a través del examen de documentos y estadísticas; debe estudiar la cultura general de la época y el lugar, su literatura, arte, idioma, etc., para llegar a comprender cómo era la vida, cómo pensaba la gente, sus esperanzas y temores, su concepción de sí misma, de su sociedad y de su mundo. Cf. Gordon, Op. Cit. p. 421. También Cf. Hempel, Carl G. La Función de las Leyes Generales en la Explicación Científica: Estudios sobre filosofía de la ciencia. Capítulo IX, pp. 233-246.

Muchas acciones que la historia investiga fueron hechas bajo el acicate del momento, en respuesta a un impulso súbito. También Ryle, “las realizaciones inteligentes manifiestas no son pistas hacia el funcionamiento de las mentes; son ese funcionamiento”. Walsh, Op. Cit., p. 58.

Walsh, W. H. Op. Cit., p. 62.

Walsh, Ídem

Collingwood, Op. Cit., p. 223.

Ídem.

Ibídem, p. 225.

“La tarea más importante de la historia es hacer que los hombres conozcan el carácter de su propio tiempo viéndolo en comparación y por contraste con otros”. Trevelyan citado por Collingwood. Ibídem, p. 227.

Hay también algunos historiadores que escriben acerca de la historia sin ser histo-riadores les ocupa tanto decir que la his-toria no es una ciencia y explicar lo que no puede ni debe ser o hacer, que no les queda tiempo para explotar toda su riqueza actual y potencial. Carr, Op. Cit., p. 114.

Popper, Karl. Op. Cit.,”Comparación con el método de evocación subjetiva de Collingwood” en Conocimiento Objetivo.

Cf. El método del análisis situacional en Popper, Karl, Miseria del Historicismo y la Sociedad Abierta y sus Enemigos.

Aron, Raymond.”Ciencia y filosofía de la historia” en: Introducción a la Filosofía de la Historia. Ed. Siglo XXI Buenos Aires, 1984. capítulo IV, Tomo 2.

“Los hombres se comunican al emplear sistemas de signos, y crean monumentos; cier ta especie de comprensión apunta, pues, a la significación que ha devenido objetiva, el contenido ideal de las palabras o del texto. Como la significa-ción de un escrito, o más generalmente, de una obra, sólo existe por un acto de creación, uno se remonta a la conciencia del autor o del artista”. Aron, Op. Cit., p. 113.

Me refiero al dogma de que los objetos de nuestra comprensión pertenecen al mundo 2 como producto de las acciones humanas y que, por consiguiente, han de comprenderse y explicarse ante todo en términos psicológicos. Popper, Karl. Op. Cit. p. 214.

“Por ejemplo, una interpretación histórica, una explicación histórica, esta explicación puede estar avalada por toda una cadena de argumentos, así como de documentos, inscripciones y pruebas históricas adicionales”. Popper, Op. Cit., pp. 214-215.

Ídem.

Navarro, Wisberto. Epistemología. 3º ed. Ed. Grafiarte Neiva, 2000, pp. 143-146.

“Este proceso de revivir imaginariamente es, según se afirma, central en el pensamiento histórico, y explica porqué ese estudio puede darnos el conocimiento individual que no nos dan otras ciencias”. Walsh, Op. Cit., pp. 45.

Cf. Walsh, Op. Cit., p. 50; además Popper, La Sociedad Abierta y sus Enemigos. Ed. Orbis, Barcelona, 1984.

Ídem.

Ídem.

Íbídem, p. 65.

“Casi todo el progreso espiritual de la humanidad se debe a un efecto feedback: nuestro propio progreso intelectual y el progreso del mundo 3 son un resultado del hecho de que los problemas no resueltos del mundo 3 nos obligan a ensayar soluciones; y como muchos problemas siempre seguirán sin resolver y sin descubrir, siempre habrá un margen para una labor original y creadora, aunque - o precisamente porque el mundo 3 es autónomo”. Cf.Popper, Karl. “Comparación con el método de evocación subjetiva de Collingwood” en Conocimiento Objetivo. Ed. Tecnos, p. 213.

Todo conocimiento está determinado socialmente, el conocimiento histórico, además de estar determinado socialmente, lo está también históricamente. Cruz, Manuel, Op. Cit., pp. 127-139.

Hasta fines del siglo XIX el pensamiento histórico llegó a una etapa de desarrollo comparable al alcanzado por las ciencias naturales hacia principios del XVII. Apareció gradualmente una nueva lógica de la inferencia, basada en el análisis del procedimiento empleado en las nuevas ciencias naturales. Los textos de lógica empleados hoy día hacen la distinción entre esas dos especies de inferencia, la deductiva y la inductiva. Collingwood, Op. Cit., pp. 209 y 246.

Schorskee, Carl E. Pensar con la Historia. Ed. Taurus, 2000.

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