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Resumen
La voz del proscrito fue el nombre de un periódico que, según nos cuenta Claudia Platarrueda, circuló en Agua de Dios cuando este municipio de Cundinamarca todavía era un lazareto (p. 71); un espacio de reclusión para personas diagnosticadas como enfermas de lepra. Desde el tiempo de la Colonia, advierte Platarrueda, la lepra fue entendida como“elepítomedetodoslosmales”(p.56)y,durantelamayorparte de la historia de los lazaretos, se consideró una “enfermedad especial” (p. 54). Así fue porque su discutida contagiosidad inicialmente se entendió como una amenaza para la sociedad, suscitó poderosos temores colectivos, requirió el despliegue de un aparato administrativo extraordinario, y marcó el destino de miles de personas que, “picadas” por el misterioso mal, fueron sometidas a un tenebroso y transformador exilio. Pero, como lo sugiere la autora, esta enfermedad es especial también en cuanto se apropió de tal manera que dio motivo a una proliferación de relatos en la voz de los propios afectados; de personas que no sólo registraron sus increíbles itinerarios, sino que además cuestionaron, con la profunda sensibilidad adquirida por sus vivencias, el conocimiento biomédico y las políticas de aislamiento que daban forma a sus vidas (pp. 73-74). De esto es testimonio ese periódico, La Voz del Proscrito, que circuló entre 1879 y 1880. Lo es también el libro de Platarrueda que, con el mismo nombre, y en su rigurosa exploración documental y etnográfica, se ofrece como un sumergimiento en la vitalidad y el conocimiento de quienes, afectados por la lepra, se han resistido históricamente a dejar que esta enfermedad se reduzca a un sinónimo de la muerte.