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Resumen
En este artículo se intenta argumentar que la salud no debe pensarse en términos absolutos, que está íntimamente ligada al experimento de vida de cada ser humano, a su manera de construirle un sentido a su existencia. Se contraponen entonces dos miradas sobre la salud y el cuerpo: una puramente funcional y objetivante, en la que la persona viene siendo algo así como un agregado de órganos; y otra, digamos, existencial, en la que se concibe el ser humano como integrado esencialmente al mundo, y la salud es entendida como un frágil equilibrio. Y lo que se intenta es argumentar que, pese a lo perjudicial que pueda ser el cigarrillo u otros modos de vida, ello no justifica una visión moralizante de la salud; el papel del médico no es juzgar los diversos experimentos de vida.