EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA ETNIA DE LOS QUILLACINGAS

 

Armando José Quijano Vodniza1, Luz Elena García García2

 

 

 

Recibido: 28 de abril de 2017, Aceptado: 18 de mayo de 2018, Actualizado: 28 diciembre 2018

 

DOI: 10.17151/luaz.2018.47.11

 

RESUMEN

 

El presente artículo de investigación tiene como objetivo realizar una lectura etnográfica de las estrategias comunitarias que los cabildos indígenas quillacingas del municipio de Pasto han implementado para adaptarse y mitigar los efectos nocivos generados por el cambio climático sobre el paisaje cultural (geografía sagrada). El texto se enfoca en los efectos de este fenómeno sobre el buen vivir y el etnodesarrollo.

 

La investigación adelantada corresponde al enfoque cualitativo de carácter hermenéutico, en donde se aplicó el método etnográfico, utilizándose las siguientes técnicas de recolección de la información: la entrevista, el taller y la observación participante. La unidad de trabajo estuvo conformada por doce integrantes de los cuatro cabildos quillacingas, para un total de cuarenta y ocho participantes entre miembros, líderes y personas mayores de 40 años que por su conocimiento del medio ambiente local se consideraron como informantes clave.

 

El estudio permitió establecer que el cambio climático está generando efectos adversos sobre el buen vivir en la etnia de los quillacingas, especialmente debido a las alteraciones en la concepción del tiempo y en el manejo del territorio respecto a los ciclos de producción agrícola, los ritos estacionales, las labores tradicionales y las prácticas comunitarias, así como el consecuente desplazamiento de algunos miembros de la familia hacia las ciudades en búsqueda de oportunidades de vida que son esquivas para ellos. Todo esto ha contribuido a aumentar la pobreza y la miseria, la desprotección, la inseguridad y la violencia, el desarraigo hacia sus territorios y la pérdida de identidad cultural.

 

PALABRAS CLAVE

 

Cultura, territorio, cambio climático, etnografía y medio ambiente.

 

EFFECTS OF CLIMATE CHANGE ON THE QUILLACINGAS ETHNIC GROUP

 

ABSTRACT

 

The objective of this research paper is to make an ethnographic reading of the community strategies that the Quillacingas ethnic group councils of the Municipality of Pasto have implemented to adapt and mitigate the harmful effects generated by climate change on the cultural landscape (sacred geography). The text focuses on the effects of this phenomenon on good living and ethno-development.

The research carried out corresponds to the qualitative approach of hermeneutical nature, where the ethnographic method was applied using the following techniques of information gathering: the interview, the workshop and the participant observation. The work unit consisted of twelve members of the four Quillacingas councils, for a total of forty-eight participants among members, leaders and people over 40 years of age who, because of their knowledge of the local environment, were considered as key informants.

 

The results allowed establishing that climate change is generating adverse effects on the good living in the Quillacingas ethnic group, specially due to the alterations in the conception of time and in the management of the territory regarding the cycles of agricultural production, seasonal rites, traditional tasks and Community practices, as well as the consequent displacement of some family members to the cities in search of life opportunities that are elusive for them. All this has contributed to increasing poverty and misery, lack of protection, insecurity and violence, uprooting towards their territories and the loss of cultural identity.

 

KEY WORDS

 

Culture, territory, climate change, ethnography and the environment.

 


 

 

INTRODUCCIÓN

 

El cambio climático es concebido como una alteración del clima por causas naturales o antrópicas que modifican la composición de la atmósfera de la Tierra. Se manifiesta como un calentamiento global o incremento progresivo de la temperatura del planeta, producto del aumento en las emisiones de los gases de efecto invernadero en la atmósfera (especialmente dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) atribuidos a la quema de combustibles fósiles realizada desde la Revolución Industrial en el siglo XVIII y a la deforestación.

 

Como consecuencia de dicho calentamiento global, en el transcurso del siglo XX, “el incremento de la temperatura hizo que el nivel de los océanos subiera entre 10 y 20 cm, a causa de la expansión térmica del agua y la descongelación parcial de los casquetes polares” (Oficina Colombiana para la Mitigación del Cambio Climático, 2003, p. 6); así mismo, en los próximos cien años se prevé un aumento en el nivel del mar entre 9 y 88 cm (IPCC, 2014) y una elevación de la temperatura, que de acuerdo con los pronósticos de los expertos en el período 1990-2100, estará entre 1,4 y 5,8 ºC, lo que “no tiene precedentes en los últimos 10.000 años” (Oficina Colombiana para la Mitigación del Cambio Climático, 2003, p. 5); de igual manera, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) estableció que la década comprendida entre los años 2000 y 2009 ha sido la más calurosa “desde que comenzaran los registros climáticos instrumentales en 1850” (2010, p. 1).

 

El calentamiento global ocasiona que los fenómenos climáticos como La Niña y El Niño se hagan más frecuentes e intensos (IDEAM, 2007). Es así como entre 2010 y 2011, gran parte de Colombia fue afectada por el fenómeno climático de La Niña, caracterizado por una ola invernal que superó en muchos lugares del país la intensidad y la duración de las lluvias; mientras que entre 2015 y 2016, el país fue azotado por el fenómeno de El Niño.

 

Las proyecciones anuncian graves repercusiones sobre el clima planetario, que a la vez impactan de manera considerable a los ecosistemas, la biodiversidad y los glaciares, con la consecuente disminución del agua y de las cosechas, afectando por consiguiente la seguridad alimentaria (Oficina Colombiana para la Mitigación del Cambio Climático, 2003).

 

Los eventos catastróficos, como las inundaciones y los deslizamientos de tierra, serán más agudos; además de las incidencias sociopolíticas debido a la pérdida y división de los territorios ancestrales, la marginación política (Aubad, 1996) y la migración de las comunidades vulnerables como las indígenas, campesinas y afrocolombianas hacia los centros urbanos. Estas situaciones traen como consecuencias el aumento del desempleo, la presión sobre los recursos naturales y los servicios básicos, la precarización de las condiciones de vida, el incremento en los índices de morbilidad y mortalidad y la violación de los derechos a una vida digna y sustentable.

 

Precisamente, a raíz de los últimos desastres naturales ocurridos en diferentes partes del mundo, especialmente después del tsunami de diciembre de 2004 que afectó a varios países asiáticos en el océano Índico, diferentes instituciones y algunos investigadores a nivel internacional comenzaron a interesarse por los conocimientos tradicionales para afrontar las catástrofes naturales (Rungmanee y Cruz, 2005). Por otro lado, la XV Conferencia sobre Cambio Climático, organizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en diciembre de 2009 en Copenhague, ratificó la importancia del papel que juegan las comunidades locales en la adaptación al cambio ante la incertidumbre que generan los gobiernos de los países industrializados de no acatar la reducción de la emisión de los gases de efecto invernadero.

 

En el caso de la comunidad de los quillacingas que habita en el municipio de Pasto, departamento de Nariño (suroccidente de Colombia), se observa que esta también ha recibido los embates del cambio climático como –por ejemplo–, a través del fuerte invierno acaecido en el 2011, el cual ocasionó inundaciones, derrumbes y avalanchas, muchas veces con pérdidas de seres humanos. Ante el desconocimiento de los efectos reales que este fenómeno natural de origen antrópico está generando en esta población indígena, surge la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuáles son las consecuencias que el cambio climático ha originado en el territorio y en la vida de las comunidades quillacingas del municipio de Pasto? La relevancia de estudiar los impactos del cambio climático radica en el enfoque comprensivo que la academia, en su responsabilidad social y ambiental, aporta para conocer qué está sucediendo con las comunidades frente a este fenómeno; esto implica la construcción de esquemas sociales que ellas mismas estructuran e incorporan como comportamientos colectivos (Aguirre, 2013).

 

Considerando las particularidades de la cosmovisión indígena de la naturaleza para el estudio de los impactos del cambio climático se incorporó como fuente teórica principal el desarrollo a escala humana de Max-Neef, quien propone dos categorías fundamentales: (i) necesidades existenciales de ser, tener, hacer y estar; (ii) necesidades axiológicas de “subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad” (Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn, 1993, p. 40).

 

Max-Neef profundiza en la visión que tienen los pueblos originarios de América Latina a través de un pensamiento crítico del desarrollo; al igual que otros autores que abordan este tema desde categorías como la integralidad (Tibán, 2000), cosmogonía (Batzin, 2005), etnodesarrollo (Velasco, 1999) o buen vivir (Acosta, 2012), para articular las dimensiones del ser humano y la naturaleza, no como “recurso económico, sino como un valor integral y espiritual, la vida misma” (ONIC, 1999, párr. 19). Así, fundamentada en la cosmogonía indígena, en donde la naturaleza es concebida “como un todo, que abarca lo material, lo espiritual y humano” (Tibán, 2000, p. 36), la propuesta del buen vivir3 es comprendida por los indígenas como un enaltecimiento a la vida, ya que como lo expresa Mujica: “el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad, tiene que ser a favor de la felicidad humana, del amor a la tierra, de cuidar a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental” (Varela, 2012).

 

El buen vivir es “la vida del ser humano en armonía consigo mismo, con el resto de los seres humanos” (Acosta, 2012) y “una ética que parte del principio yo soy, si tú eres” (Dussel, como se citó en Ortega, 2013); de ahí que sea una afirmación, valoración y compromiso con la vida. El investigador indígena Huanacuni, de la comunidad Aymara, concibe al buen vivir como: saber vivir, que implica una armonía interna, y saber convivir alrededor con los demás, pues, si sabes vivir, convives con los demás en armonía y en equilibrio (Huanacuni, como se citó en CAOI, 2012). Sin embargo, fenómenos como el cambio climático son considerados como una ruptura del equilibrio del hombre con la Tierra y una desconexión con el universo, lo que a la vez afecta la convivencia.

 

Antecedentes de la investigación

 

El cambio climático se constituye en un problema que ocupa la atención de las agendas sociales y políticas nacionales e internacionales. Algunos autores, como Lampis (2013), señalan el problema que encubre al fenómeno en relación con las políticas, las formas de adaptación y mitigación, así como los impactos sobre el desarrollo en correspondencia a una “agenda unívoca” o “dobles agendas” en las que entran en tensión los diferentes intereses de las comunidades científicas, políticas y ancestrales que terminan privilegiando aquellas que detentan el poder económico. Por su parte, Ulloa y Prieto (2013) hacen un llamado de atención “tanto en escenarios académicos como políticos internacionales y nacionales, a entender la diversidad de concepciones y acciones frente a la variabilidad climática en contextos específicos” (p. 71), frente a uno de los principales escollos que es la falta de datos e información detallada de las localidades y la inaplicabilidad de propuestas generales de adaptación a particularidades geográficas y culturales.

 

En este sentido, Ulloa (2011) señala la conexión existente entre el fenómeno del cambio climático y la cultura. Por lo tanto, la comprensión de las cosmovisiones de los pueblos puede contribuir a la generación de estrategias que permitan afrontar este fenómeno, por lo que es necesario volcar la mirada a los saberes de los pueblos indígenas y campesinos, reconocer sus prácticas y estrategias (Ulloa y Prieto, 2013) y articular los diversos elementos como la naturaleza, los territorios, los cuerpos, las agriculturas y las acciones. Mediante ello se puede reconocer la “tecnología indígena” (Altieri y Nicholls, 2008), basada en estrategias comunitarias “que respondan a contextos históricos, culturales y políticos […] situados en espacios y territorios específicos” (Ulloa y Prieto, 2013, p. 72) y en formas de interacción “mucho más cercanas a una perspectiva sustentable con la naturaleza” (Ruiz, 2009, p. 123) para hacer frente al cambio y a la variabilidad climática (Gyampoh et al., 2009).

 

Para el caso latinoamericano se reconocen las acciones de adaptación de las comunidades étnicas, especialmente los cambios sociales, culturales y tradicionales que han estado ocurriendo por el cambio climático (Cunningham, Mairena y Pacheco, 2010). De esta manera los estudios e investigaciones incorporan cada vez más la cultura al conocimiento del fenómeno como caminos para afrontar sus impactos y orientar el diseño de estrategias.

 

Contexto de la investigación

 

La investigación se realizó en el territorio de la etnia de los quillacingas, la cual está conformada por un grupo de comunidades indígenas que han habitado desde tiempos prehispánicos el territorio del actual municipio de Pasto y gran parte del nororiente del departamento de Nariño. De acuerdo con Zúñiga (1996), los quillacingas fueron agricultores muy avanzados y debido a su ubicación geográfica ocuparon distintos pisos térmicos, lo que redundó en una producción abundante y variada. Los cultivos tradicionales más importantes de esta comunidad han sido el maíz, la papa y el fríjol.

 

La evidencia más temprana sobre el poblamiento de este territorio por la etnia de los quillacingas proviene del Libro Primero de Cabildos de Quito, en donde se muestra de manera indiscutible que el intento predecesor de colonización de la actual ciudad de San Juan de Pasto se realizó en 1537 en territorio quillacinga: “cuando Pedro de Puelles, nombrado teniente de Quito por ausencia de [Sebastián de] Belalcázar, llevó a su vez una expedición a poblar, en la provincia de Quillacinga, un asiento de españoles cuyo nombre había sido escogido de antemano: la Villa Viciosa de la Concepción de Pasto” (Cabildo de Quito 1537, citado en Romoli 1978, p. 16).

 

Posteriormente, el cronista español Pedro de Cieza de León -quien recorrió los Andes del actual departamento de Nariño alrededor del año 1544- registró en su obra La crónica del Perú que el Valle de Atríz y los poblados que circundaban este territorio estaban habitados por comunidades quillacingas: “dije que la villa de Pasto está fundada en el valle de Atris, que cae en la tierra de los quillacingas […]” (1553, p. 121), los cuales se extendieron al norte de la etnia de los Pastos sobre la banda derecha del río Guáitara, la mayor parte del valle del río Juanambú, y siguiendo las estribaciones de la Cordillera Central, hasta llegar a las partes altas y medianas del río Mayo.

 

Los quillacingas tenían jerarquías y rangos escalonados, en una organización sociopolítica basada en el cacicazgo. En el tiempo de la Colonia, los poblados quillacingas fueron organizados en resguardos; una entidad creada por Felipe II, a mediados del siglo XVI, para proteger a los indígenas de los atropellos a que habían sido sometidos por los conquistadores españoles durante el establecimiento de las encomiendas. Dichos resguardos estuvieron vigentes hasta mediados del siglo XX, cuando fueron declarados arbitrariamente inexistentes por el Ministerio de Economía Nacional, según el Decreto-Ley 1421 de 1940; sin embargo, con la expedición de la Constitución de 1991, los pueblos indígenas de todo el país ―incluyendo los quillacingas― iniciaron un proceso de recuperación de sus tradiciones, territorios y antigua organización sociopolítica; de tal manera que hoy en el municipio de Pasto existen cinco resguardos quillacingas oficialmente reconocidos por el gobierno nacional a través de la Dirección de Asuntos Indígenas, Minorías y ROM del Ministerio del Interior, ubicados en: El Encano, La Laguna, Obonuco, Genoy y La Laguna de Pejendino; con una población estimada de 3294 indígenas (DANE, 2010).

 


 

 

MATERIALES Y MÉTODO

 

La investigación se realizó desde el enfoque cualitativo, aplicando el método etnográfico, y buscó comprender el cambio climático y el buen vivir “a partir de la lógica y el sentir de sus protagonistas, por ende, desde sus aspectos particulares y con una óptica interna” (Sandoval, 2002, p. 11). La etnografía permitió describir la realidad social vivida y reconocida por la comunidad, lo que implicó dar voz a las personas que están afectadas por el problema. La unidad de análisis comprendió en el marco de la investigación general, las estrategias implementadas para la adaptación y mitigación del cambio climático; mientras que la unidad de trabajo se conformó con cuarenta y ocho (48) personas: doce (12) por cada uno de los cuatro cabildos en Obonuco, La Laguna de Pejendino, El Encano y Genoy; teniendo en cuenta los siguientes criterios: ser mayor de 40 años y miembro del cabildo indígena, así como líder de la comunidad.

 

Las técnicas de recolección de información aplicadas fueron: cuatro (4) talleres con la participación de cuarenta y ocho líderes (48) indígenas quillacingas, mediante el diálogo colectivo de saberes de los participantes, y doce (12) entrevistas por cabildo. Estas técnicas permitieron acopiar testimonios y reflexionar sobre los impactos del cambio climático en el buen vivir. Asimismo, se aplicó la observación participante para aprehender momentos importantes en la vida de la comunidad como son: fiestas religiosas y ancestrales que forman parte del calendario, especialmente vinculadas con el solsticio de junio, cuando se realiza la cosecha de los productos tradicionales; rituales asociados a los vestigios arqueológicos, especialmente lugares con arte rupestre; momentos importantes del ciclo agrícola vinculados al maíz; actos culturales, como la posesión de la nueva autoridad indígena; y visitas participativas a entornos naturales para identificar problemas de tipo ambiental por causa del cambio climático y a sitios en los que se practican rituales que vinculan a los indígenas con la naturaleza. Las diferentes observaciones se registraron en el diario de campo.

 

Una vez sistematizada la información primaria se procedió a la categorización; posteriormente, durante el proceso de interpretación, se buscó poner en diálogo la realidad, la teoría y el investigador, mediante el proceso de “triangulación interpretativa” (Ágreda, 2005), cuya importancia radica en que “constituye en sí misma el ‘momento hermenéutico’ propiamente dicho, y por ello es la instancia desde la cual se construye conocimiento nuevo” (Cisterna, 2005, p. 70). Los resultados se compartieron y retroalimentaron con las autoridades indígenas y los informantes clave.

 


 

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

 

Significado del cambio climático con base en la cosmovisión de los quillacingas

 

Desde el punto de vista de la cosmovisión de la etnia de los quillacingas, el cambio climático es interpretado por la comunidad como un rompimiento o una desarticulación del cosmos para dar con ello paso a las fuerzas del caos con todas las implicaciones nefastas para la vida de los seres vivos, incluyendo el planeta Tierra: “Para nosotros, lo que está pasando con el clima lo vemos como expresión del caos, al contrario del orden del cual nos hablaban nuestros mayores, debido a nuestra forma equivocada de actuar con la Madre Tierra” (entrevista, 13 de septiembre de 2013).

 

Para poder comprender esta aseveración de la comunidad de los quillacingas sobre el cambio climático es importante considerar los aportes de Estermann y Peña (1997), quienes resaltan que para las comunidades indígenas que han habitado los Andes desde tiempos precolombinos el cosmos siempre ha sido considerado como un sistema ético; un sistema en el que “todo está (éticamente) relacionado con todo” (p. 11). Solo cuando se respeta debidamente las relaciones entre el ser humano y el cosmos, la naturaleza produce y es fértil. Si estas relaciones naturales son negadas o hasta violadas, la Tierra se rehúsa a cumplir con su papel maternal; con el efecto de que la muerte aparezca de diferentes maneras tales como sequía, hambre, enfermedades y epidemias (Estermann y Peña, 1997).

 

Lo realmente interesante de esta visión ancestral de las comunidades indígenas del cosmos como un sistema de relaciones múltiples es que prácticamente coincide con el planteamiento de autores contemporáneos como Capra y Commoner. Efectivamente, Capra (2000), en su libro El tao de la física, narra su experiencia en donde pudo ver-sentir el complejo sistema de interrelaciones e interconectividad del universo: “[…] Ví cascadas de energía que llegaban del espacio exterior […] Ví los átomos de los elementos y los de mi cuerpo participando en aquella danza cósmica de energía” (p. 4). A partir de esta experiencia, Capra trató de reconciliar los postulados de la física moderna con las enseñanzas espirituales de Oriente.

 

Algunas de las principales ideas de su obra se refieren a la “razón esencial de las presentes crisis sociales, ecológicas y culturales” (Capra, 2000, p. 8) debido a la separación “de la naturaleza y de nuestros congéneres humanos” (Capra, 2000, p. 8), lo que ha generado “una distribución enormemente injusta de los recursos naturales, creando el desorden político y económico, una creciente ola de violencia […] y un feo y contaminado medio ambiente (Capra, 2000, p. 8). Esta forma de concebir el universo en la que el mundo es considerado como un conjunto de objetos separados de los sujetos no permite que seamos “conscientes de esta unidad de todas las cosas, [siendo] una abstracción idealizada por nuestro intelecto discriminador” (Capra, 2000, p. 52), cuando en realidad, todas las cosas y sucesos están conectadas e interrelacionadas, son interdependientes e inseparables, pues: “la realidad fundamental es la inseparable interrelación cuántica de todo el universo” (Capra, 2000, p. 55).

 

La concepción indígena de la Madre Tierra y la obra de Capra, basada a partir de los desarrollos teóricos y experimentales del nuevo paradigma de la física, permiten entender mucho mejor las leyes o principios rectores de la ecología planteados por el biólogo norteamericano Commoner (Medellín, 1998), tal como se puede evidenciar en las siguientes líneas:

 

(i) Todo está relacionado con todo lo demás: En un ecosistema todos los organismos están conectados; así lo que le afecta a uno, afectará a todos los demás.

 

(ii) Todo va a dar a algún lado: Las partículas del universo están conectadas de tal manera que cualquier cosa que le suceda a una de ellas afecta a todas las demás, no importando a qué distancia se encuentren dichas partículas, pues su efecto es inmediato, no necesitando del tiempo para transmitirse.

 

(iii) Nada es gratis o no hay comida de balde: Toda acción del hombre sobre la naturaleza ocasiona procesos generalmente irreversibles, los cuales tienden al desorden; es decir a aumentar la entropía de dichos ecosistemas.

 

(iv) La naturaleza es más sabia o sabe lo que hace: Esta ‘inteligencia’ es lo que permite que el planeta Tierra se comporte como un sistema autorregulador, siendo dicha energía consciente; por este motivo, las comunidades indígenas de América Latina han denominado desde la antigüedad al planeta Tierra como Madre Tierra o Pachamama.

 

De manera más específica, el rompimiento o desarticulación del cosmos que genera el cambio climático en la visión de los quillacingas ―ocasionando con ello la manifestación de las fuerzas del caos― se concibe como el rompimiento del Axis mundi; es decir, del eje simbólico que integra los tres mundos: el mundo de arriba (el mundo estelar y de los fenómenos atmosféricos); el mundo del medio (en donde acontece la organización de las actividades que la comunidad fija en el tiempo) y el mundo de abajo (habitado por los difuntos, los ancestros y los espíritus de la naturaleza). En este sentido, el hecho de que el verano, las lluvias y los vientos se presenten en épocas inusuales genera un impacto en todo el multiverso que integra los tres mundos de la cosmovisión de los quillacingas.

 

Por otro lado, como buenos observadores de la naturaleza, los quillacingas han percibido los efectos del cambio climático a través de los siguientes fenómenos: en primer lugar, la presencia de días inusualmente calurosos, especialmente en los últimos cinco años, en zonas entre los 2.700 y 3.000 m.s.n.m. que siempre se habían caracterizado por ser frías: “Sí, el calor ahora es más fuerte, porque antes uno podía trabajar en camiseta en la jornada de trabajo, por ejemplo, el ‘paleo’ [cavar la tierra], pero ahora ya no se aguanta, y le toca protegerse más” (entrevista, 5 de mayo de 2013). La variabilidad climática altera la temperatura del cuerpo y produce afectaciones como, por ejemplo, problemas en la piel de las personas expuestas al Sol.

 

En segundo lugar, la época del año cuando tradicionalmente comenzaba el invierno se ha desplazado, e incluso las lluvias no han llegado a fertilizar los campos o, viceversa, en la época de mediados del año, históricamente relacionada con el verano, se presentan lluvias inesperadas: “Ahora está dañado el tiempo, ya no es el tiempo de antes. Ahora llueve cuando quiere y llega el verano cuando no se lo espera, de tal manera que para la agricultura está malo el tiempo” (entrevista, 5 de mayo de 2013).

 

En tercer lugar, la presencia de lluvias torrenciales que duran poco tiempo, afectando a los cultivos y a la infraestructura de las localidades, especialmente las viviendas y las vías rurales. Esto ha sido más notorio para la comunidad de Obonuco, en especial en 2012: “El otro año ocurrió en una tarde un gran aguacero que cubrió gran parte de la vía de acceso y el agua se entró a las casas ubicadas en la parte más baja” (entrevista, 5 de mayo de 2013); de igual manera para los habitantes de El Encano, quienes vivieron una inundación de la laguna de La Cocha en el primer semestre de 2013: “A inicios de este año tuvimos una gran inundación en La Cocha, al punto que el agua se desbordó y entró a gran parte de las casas que quedan cerca del puerto” (entrevista, 20 de octubre de 2013).

 

En cuarto lugar, los vientos alisios de verano, típicos en la zona desde finales de junio hasta principios de septiembre, que hace unos veinte años eran una característica del clima de la región, han comenzado a mermar su frecuencia e intensidad hasta desaparecer por completo, pero presentándose en épocas inusuales, en forma de vendaval fuerte y repentino: “Los vientos, por lo regular, sí han cambiado, pues antes eran entre julio y agosto y ahora se han pasado entre octubre y noviembre” (entrevista, 5 de mayo de 2013); “Sí se han sentido vientos con fuerza en épocas diferentes a la estación tradicional y da miedo” (entrevista, 5 de mayo de 2013).

 

Este impacto involucra a “cada uno de los miembros de una comunidad, ya no como espectador pasivo de su propia realidad, sino como sujeto activo en la decisión sobre sus procesos de desarrollo” (IDEAM, 2011, p. 21). De allí la pertinencia de incorporar la concepción de Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1993) sobre un desarrollo que transcienda la condición de objeto al centrarse en las personas en relación con la naturaleza y los territorios que habita.

 

Efectos del cambio climático en el sistema de necesidades

 

A continuación se presentan los efectos que el cambio climático está originando en los principales satisfactores de la comunidad de los quillacingas según las categorías de: necesidades existenciales (ser, tener, hacer y estar) y necesidades axiológicas (subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad), propuestas por Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1993). De acuerdo con estos autores, la subcategoría ser tiene que ver con los atributos que son propios de la comunidad indígena; la subcategoría tener registra instituciones, normas, mecanismos y leyes que orientan a dicha comunidad; la subcategoría hacer presenta acciones colectivas y la subcategoría estar registra espacios y ambientes en los que se realizan las acciones de la comunidad.

 

 

Tabla 1. Matriz síntesis de los principales satisfactores de desarrollo social y humano afectados por el cambio climático en la comunidad de los quillacingas del municipio de Pasto

Fuente: elaboración propia por parte de los autores.

 

Necesidad de subsistencia

 

Como se observa en la tabla 1, uno de los efectos significativos que la comunidad de los quillacingas ha percibido en la naturaleza como consecuencia del cambio climático es la disminución de las fuentes de agua, a tal punto que en los meses de verano algunas de ellas prácticamente se quedan sin caudal para abastecer las actividades domésticas, agrícolas y ganaderas: “La cantidad de agua de las quebradas ha mermado bastante, por ejemplo, la quebrada que pasa por aquí se secó en el otro verano y ahora medio se ha recuperado, pero no está como era antes” (entrevista, 5 de mayo de 2013).

 

De hecho, el PNUD (2010) prevé que en Colombia la escasez hídrica será uno de los principales problemas que se presentará en las partes altas de la cordillera debido al cambio climático. Más aún, en las visitas realizadas se pudo observar que ya comienza a presentarse cierta disputa por el agua entre los propietarios de las fincas y la comunidad indígena de algunos de los cabildos (como, por ejemplo, en el caso de Obonuco); pues ante la disminución de este recurso natural tan importante para la vida, los foráneos que llegan al territorio indígena están tomando el agua para llevarla a sus fincas; afectando de manera significativa a la comunidad rural que durante siglos se abasteció de manera gratuita de este preciado líquido.

 

Por otro lado, en los últimos años, también se ha presentado una disminución de la productividad agrícola de la chagra4 puesto que los quillacingas reconocen que su sementera produce menos de lo esperado cuando hay variaciones en el ciclo estacional. Asimismo, en varias oportunidades, se han presentado casos con la pérdida total de los cultivos por causa de la variación del clima:

 

Por ejemplo con las papas, cuando el tiempo está bueno y hay lluvia, alcanza a botar [producir] del 18 al 20 %, de lo contrario no llega ni al 10 %, y con el 10 % y con los precios tan malos que hay en el mercado, esto nos tienen hecho ‘churo’ [de brazos cruzados]. (Entrevista, 5 de mayo de 2013)

 

Yo, el año que pasó [2012], perdí plata [dinero] en la papa y en la alverja. En el caso de la papa, el tiempo fue veranoso [seco] y por lo tanto no produjo y la papa se quedó delgada. Es decir, con el cambio del tiempo algunos cultivos se dañan. (Entrevista, 5 de mayo de 2013)

 

Esta situación también se está dando con la producción de animales domésticos como conejos y cuyes5, en especial cuando acontecen veranos muy largos, como los ocurridos en 2012, que afectan la hierba de alimento para estas especies, atrasando su crecimiento y ocasionando su muerte: “El año pasado, por el verano que hubo, se tuvo que acabar con los animales pequeños: todo el mundo tuvo que coger los cuyes y los vendió a cualquier precio, pues todo [el forraje] estaba seco” (entrevista, 5 de mayo de 2013).

 

De alguna manera, para tratar de mitigar en cierta medida esta situación, algunas personas han tomado la decisión de reemplazar el alimento natural de los animales domésticos por concentrado que se compra en la ciudad de Pasto, aunque ello implica un incremento en los costos de producción: “El año anterior, debido a que no había buena hierba para los animales, a los cuyes y a los conejos les cambié la hierba por concentrado” (entrevista, 5 de mayo de 2013). Esto ha llevado a que varias personas de la comunidad hayan abandonado la práctica tradicional de sembrar la huerta casera y los alimentos que antes producían en la chagra.

 

La comunidad ahora compra a mayor precio en los supermercados de Pasto, con el consecuente cambio en la disponibilidad de fuentes de alimentos tradicionales. Por lo general, lo que se consigue en dichos supermercados corresponde a productos provenientes de otras regiones de Colombia y/o productos del exterior que llegan al país como consecuencia del proceso de globalización comercial que propician los diferentes tratados de libre comercio que el gobierno ha firmado. En este caso, los alimentos que llegan a la mesa de las familias indígenas no tienen nada que ver con su tradición milenaria.

 

Ante esta situación algunos miembros de la comunidad han optado por cambiar su actividad laboral, especialmente abandonando la agricultura y buscando otras fuentes de ingreso en la ciudad de Pasto. Debido a que los nuevos trabajos generalmente exigen dedicación de tiempo completo, varios de los miembros de la comunidad indígena terminan migrando a la capital y viviendo en barrios marginales con muchas dificultades económicas. Precisamente, uno de los aspectos de interés de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) es profundizar en “los vínculos [que existen] entre la migración, el cambio climático y el medio ambiente” (2014, p. 2). Esta organización reconoce que una de las principales causas que ha incrementado en la actualidad el fenómeno social de la migración en el mundo es el cambio climático.

 

La migración a las ciudades por parte de los indígenas también genera otra serie de dificultades sociales, siendo la más relevante para ellos la discriminación a la que se ven sometidos. Al respecto, el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas (2009) manifiesta que “al emigrar lejos de sus tierras tradicionales suelen ser víctimas de una doble discriminación: por migrantes y por indígenas” (p. 4). Según Matijasevic (2014), la migración del campo, producto de los cambios climáticos, genera un círculo vicioso: al llegar a las ciudades las personas contribuyen al desordenamiento de las urbanizaciones, lo que favorece el cambio climático y, a la vez, es causa de nuevas migraciones.

 

Por su parte, aquellos que se han quedado en sus lugares de origen perciben que la afectación de las actividades agropecuarias por causa de este fenómeno está incrementado el desempleo, la desintegración de la sociedad y la violencia. Se comienza a percibir una competencia perniciosa entre los mismos miembros de la comunidad con el propósito de poder sobrevivir, así se evidencia en los siguientes testimonios: “Cuando hay mucho verano, ya no se siembra y los lotes quedan ahí, abandonados, y no hay trabajo para la gente, entonces toca buscar otra forma del sustento” (entrevista, 5 de mayo de 2013).

 

En los últimos años, algunas personas del pueblo, en vista que no tienen trabajo, se han unido con personas que vienen de otras partes para robar los animales domésticos que se dejan en los corrales o incluso se han entrado en las viviendas para robar las pertenencias de las familias. (Entrevista, 18 de agosto de 2013)

 

Esta serie de aspectos han hecho que los quillacingas entrevistados reconozcan que poco a poco han ido perdiendo su vínculo sagrado con el territorio, especialmente los más jóvenes “quienes ya no se sienten a gusto con el campo y se dedican a imitar a los jóvenes de la ciudad” (entrevista, 5 de mayo de 2013), lo que influye en la pérdida de su identidad cultural.

 

Necesidad de protección

 

En lo relacionado con los componentes de salud y seguridad, la comunidad expresa que el cambio climático también está generando problemas de salud, en especial de tipo respiratorio (gripas) y en la piel de las personas que permanecen mucho tiempo en las labores del campo expuestas a los intensos rayos solares que ahora son más frecuentes:

 

Una gripa brava que nos dio a todos apenas está pasando. Antes esta gripa solamente se presentaba cuando más frio hacía, por los meses de junio y julio; pero ahora, debido al cambio del clima, la gripa da en cualquier momento, pues por la mañana hace sol y por la tarde llueve. Ahora, la gripa se adelantó y apenas está pasando. (Entrevista, 5 de mayo de 2013)

 

Nos estamos ‘quemando’ mucho la piel, eso puede influir para que se dé el cáncer en la piel por recibir mucho sol. Por ejemplo, en mi caso, cuando he trabajado en el terreno, en la noche no puedo dormir, porque me da fiebre o dolor de cabeza por el calor recibido en el día. También están las gripas, pues muchas veces está haciendo sol y al rato menos pensado llueve, es decir, uno está con calor y de pronto se moja y así se enferma. (Entrevista, 5 de mayo de 2013)

 

Las situaciones ante mencionadas ―aunadas a la contaminación del aire y del agua, alimentos insuficientes y vivienda insegura ante fenómenos extremos del clima― permiten a la Organización Mundial de la Salud (OMS) expresar que “los efectos del cambio climático para la salud serán probablemente muy negativos” (2013, p. 5), siendo las poblaciones más vulnerables (como las indígenas) las más susceptibles al impacto del cambio climático, incrementando “la inequidad en salud con efectos adversos en los determinantes sociales de salud sobre los pobres en los países subdesarrollados” (Oloukoi, Bob y Jaggernath, 2014, como se citó en Salazar et al., 2016, p. 105).

 

Como consecuencia de las afectaciones a la salud, algunos de los quillacingas han tenido que buscar atención médica en centros más especializados de la ciudad de Pasto; atención mucho más costosa que la que anteriormente recibían, ya sea mediante plantas medicinales conocidas desde tiempos prehispánicos (suministradas por los taitas), o asistiendo a los centros de salud de primer nivel que existen en cada uno de los corregimientos (Centro de Salud Genoy, Centro de Salud La Laguna, Centro de Salud El Encano y Centro de Salud Obonuco).

 

En lo que respecta al componente de seguridad de la comunidad indígena, los períodos de intensa sequía han favorecido el incremento de incendios forestales que afectan bosques primarios, animales salvajes y domésticos, así como algunas viviendas ubicadas cerca de los focos de incendio: “En […] 2012 aquí en Genoy hubo varios incendios forestales grandes que afectaron las zonas más altas del corregimiento, los cuales por su difícil acceso duraron varios días y dañaron muchos árboles y animales y una que otra chocita [casa]” (entrevista, 18 de agosto de 2013).

 

Según CORPONARIÑO (2011), la ocurrencia de incendios forestales en el departamento de Nariño está directamente relacionada con las prácticas inadecuadas de utilización de los recursos naturales, especialmente por las quemas que realizan los agricultores antes de la siembra, siendo una amenaza que “se encuentra fuertemente influenciado por el comportamiento cíclico del Fenómeno del Niño, el cual resulta impredecible” (p. 100). Por otro lado, en los períodos de intensa lluvia, influenciados por el cambio climático como el acontecido en abril de 2011, también se han afectado las viviendas de la comunidad asentada en el resguardo “Refugio del Sol” de El Encano: “Ahora cuando llueve, lo hace con tal intensidad que la laguna de La Cocha se desborda e inunda las casas ubicadas cerca de la Cocha” (entrevista, 18 de agosto de 2013). Esta situación se ha vuelto a repetir en 2014, como lo asevera la Dirección para la Gestión de Riesgo de Desastres de la Alcaldía de Pasto en uno de sus comunicados, cuando menciona que “se han reubicado temporalmente 21 familias con vivienda afectadas por el invierno en el corregimiento de El Encano” (2014, p. 3).

 

Desde el punto de vista institucional estos aspectos están afectando el derecho a la salud de los quillacingas, pues como lo expresa la OMS: “El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano” (2013, p. 1). De igual manera el cambio climático está menoscabando el derecho de algunas personas de tener una vivienda digna, tal como se puede leer en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios” (ONU, 1948); situación que enfatiza en la importancia de “reconocer la relación existente en la construcción de los conceptos de hábitat y vulnerabilidad a partir de las relaciones estructurales que el ser humano teje con su entorno” (Jiménez, 2013, p. 197).

 

Por otro lado, a partir del punto de vista de los atributos más profundos de la comunidad indígena, los impactos que genera el cambio climático en la salud y en las casas autóctonas se ven reflejados por un cuestionamiento a la medicina tradicional ante la aparición de enfermedades de difícil o nulo tratamiento por los procedimientos convencionales heredados de generación en generación: “Ahora, ya no sólo se presentan las gripas estacionales, sino problemas respiratorios que requieren a veces de hospitalización, pues no se curan con las hierbas y plantas que conocíamos de nuestros abuelos” (entrevista, 13 de octubre de 2013). Además, la pérdida de la vivienda como escenario substancial para la transmisión de las tradiciones de los padres a los hijos, especialmente alrededor del fogón y la chagra, reconociendo que para el indígena en la casa “no sólo se desarrolla la vida privada de las personas, sino también es un espacio de reunión, de convivencia, protección y cuidado de las familias y comunidades. En una palabra, es una necesidad básica de la condición humana” (Ayala, 2010, p. 1).

 

Necesidad de afecto

 

Con respecto a este satisfactor, los miembros de la comunidad expresaron que como consecuencia de los efectos del cambio climático sobre su chagra, algunas personas han salido del territorio indígena buscando mejores condiciones laborales en la ciudad de Pasto. No obstante, al llegar allí, se enfrentan con toda una serie de dificultades; una de ellas la de encontrarse con una forma de vida caracterizada por ser individualista, muy diferente a la visión de colectividad que habían conocido en sus lugares de origen: “Al llegar a la capital, uno se da cuenta que cada quien busca ‘salvarse’ como pueda, pues uno se siente que es un extraño para todos los demás” (entrevista, 13 de septiembre de 2013). La indiferencia a la que suelen ser sometidos los indígenas en las ciudades termina afectando su forma de comportarse ante la misma comunidad de la que proviene, con la consecuente pérdida del sentido comunitario de la vida.

 

Necesidad de entendimiento

 

Desde el punto de vista del conocimiento cultural la práctica ancestral de los quillacingas denominada el tiempo de las cabañuelas, que fue utilizada para la predicción del clima de un año completo a partir de la observación del clima que se presenta en los primeros días de enero, ha comenzado a perder vigencia, puesto que “el ciclo de las estaciones está muy cambiado, y por eso las cabañuelas ya no sirven” (entrevista, 5 de mayo de 2013). El concepto de las cabañuelas se fundamenta en la cosmovisión indígena de que el tiempo es cíclico y no lineal (como en la concepción Occidental) y que contiene ciclos menores (12 y 6 días de cabañuelas grandes y cabañuelas pequeñas respectivamente) dentro de un ciclo mayor (el ciclo solar anual de 1 año).

 

Sí, en eso si se ha percibido el cambio de clima, porque por lo regular siempre desde octubre hasta los primeros días de enero la estación es húmeda, es decir, hay lluvias. Ahí se espera el tiempo de las cabañuelas, las cuales ya no se cumplen, lo que antes sí sucedía, ya que los 6 primeros días anunciaban las cabañuelas pequeñas y los primeros 12 días de enero eran las cabañuelas grandes. Esto ya no se da, por ejemplo, el año anterior casi no llovió, únicamente fue en diciembre, y ahora prácticamente ha seguido el periodo seco. Estos cambios se vienen presentando aproximadamente hace unos treinta años, pero cada vez se van haciendo más fuertes. (Entrevista, 5 de mayo de 2013)

 

De esta manera, hoy en día, las personas que se dedican a las labores del campo tienen dificultades para hacer pronósticos del tiempo; por esta razón, realizan las actividades agropecuarias sin certeza de las condiciones ambientales que se tendrán:

 

Uno siembra los productos en la misma época del año, confiando que va a llover en el momento propicio para los productos, pero no siempre ocurre así, y es ahí donde vienen los problemas. Por ejemplo, uno sabe que hasta abril se puede sembrar, porque todavía hay humedad, y si ya viene junio, julio y agosto, en ese tiempo no se siembra, por cuanto no hay humedad y el producto se pierde. (Entrevista, 5 de mayo de 2013)

 

Esta situación está alterando la relación del ser humano con los otros elementos que conforman la naturaleza en la concepción indígena, ya que “se han sucedido modificaciones en actividades sociales y rituales que tienen que ver con ritmos, calendarios y prácticas espirituales, ligadas a ciclos ambientales” (Ulloa, 2008, p. 20), con lo que se termina afectando uno de los aspectos sobre los que se sostiene la cosmovisión indígena: la visión ordenada del universo.

 

Asimismo, según Novión y Estrada (2011), como consecuencia del cambio climático, las personas:

 

[comienzan a] percibir un entorno cambiante, ‘descontrolado’, fuera de las posibilidades de acción concreta, [… lo cual] se acompaña de una disminución del bienestar asociado a esta sensación de control […]. Por tanto, un aumento en la percepción de cambio climático significa una disminución del bienestar psicológico. (p. 100)

 

Necesidad de participación

 

Además de la deforestación, la sobreexplotación de los recursos naturales y la contaminación, entre otras actividades humanas, el cambio climático está contribuyendo a que cada vez más la comunidad tenga menos recursos naturales para garantizar la seguridad alimentaria y la salud; tal como acontece en el cabildo de Obonuco con el escaso suministro de agua en época de verano. Esto ha ocasionado que en algunas oportunidades se haya dado una competencia desleal entre algunos de sus habitantes, pretendiendo acceder a dichos bienes que ya no son tan abundantes como en antaño, sin importar que se afecte a otros miembros de la comunidad.

 

Debido a que el servicio de acueducto en Obonuco es muy barato, algunas familias para poder regar los cultivos están empleando mangueras que funcionan como un sistema de riego casi permanente, pero que disminuye el caudal para toda la población, especialmente cuando llega el verano. (Entrevista, 15 de septiembre de 2013)

 

Esta situación, sin lugar a dudas, genera enemistades entre los vecinos y es motivo de violencia tanto verbal como física. En el caso de los cabildos quillacingas, desde el punto de vista de su cosmovisión, estos aspectos están contribuyendo a la pérdida del sentido comunitario de la vida que habían heredado de sus antepasados prehispánicos; en especial en lo que respecta a “los manejos colectivos y procesos organizativos propios” (Ulloa, 2008, p. 30).

 

De hecho, el IPCC (como se citó en Sevillano, 2014) hace un llamado de atención en el sentido de que dicho fenómeno ―además de los efectos ya mencionados como el descenso de las cosechas, el incremento de las enfermedades y la degradación de los ecosistemas― puede llegar a generar a mediano plazo conflictos violentos o guerras civiles.

 

Necesidad de ocio

 

Un aspecto poco tratado por los expertos que analizan las diferentes consecuencias del cambio climático tiene que ver con el ocio, relacionándolo principalmente con el turismo en lo que respecta a los peligros que pueden sufrir los visitantes cuando se dan eventos climáticos extremos y al impacto ambiental que dichos turistas pueden ocasionar sobre los ecosistemas que se encuentran afectados por este fenómeno (Schatan, Montiel y Romero, 2010).

 

Sin embargo, para la comunidad quillacinga, el cambio climático está ocasionando una disminución del tiempo que antes tenían las familias indígenas para el ocio, pues ahora se requiere recuperar el trabajo afectado o perdido por la variabilidad climática:

 

Anteriormente, después de la cosecha del maíz, a mediados del año, teníamos tiempo para descansar y dejar descansar a la Madre Tierra, y podíamos ir a visitar a nuestros parientes o ir a sitios del corregimiento; sin embargo, ahora hay que continuar trabajando, pues ya no es seguro cuando se tendrá lo necesario para sobrevivir. (Entrevista, 13 de septiembre de 2013)

 

De este modo, los habitantes ya no respetan los días en los que el calendario ritual-agrario indica que no es prudente trabajar, lo que está generando: en primer lugar, desintegración familiar, pues ya no hay tiempo para que los padres compartan con los hijos: “si, ahora debido a que tenemos que estar más tiempo en la chagra produciendo, pasamos menos tiempo con los hijos” (entrevista, 13 de septiembre de 2013). En segundo lugar, esta situación también está incrementando las enfermedades por exceso de trabajo: “ahora las personas permanecen más tiempo al descubierto, lo que genera más problemas respiratorios y de la piel, además de agotamiento” (entrevista, 13 de septiembre de 2013). Y, en tercer lugar, desde el punto de vista ambiental, el incremento de la actividad agrícola está ocasionando pérdida de la capacidad regenerativa del suelo:

 

Prácticamente durante todo el año se está en las actividades de laboreo del suelo, empleando animales o herramientas mecánicas y abonos químicos, por lo que se ha notado que la tierra en los últimos años ya no es tan productiva. (Entrevista, 13 de septiembre de 2013)

 

En última instancia, la que se está afectando es la visión cíclica del tiempo que tenían los quillacingas como un componente fundamental de su cosmovisión. Una visión ancestral que enfatiza que debe haber un tiempo para el trabajo y otro tiempo para el ocio (Herrera, 2012).

 

Necesidad de creación

 

Algunas personas de la comunidad que se dedican a las artesanías, los tejidos, la música tradicional y otras actividades de creación (siendo trabajos que no generan muchos recursos económicos) han tenido que ocupar parte del tiempo que anteriormente dedicaban a estas labores para atender los efectos del cambio climático sobre la chagra:

 

De lo que he podido conocer, el cambio en el clima afecta mucho los cultivos, especialmente la papa. En este sentido, ahora tenemos que dedicar más tiempo a las labores del campo, descuidando otras actividades que nos gusta y que han formado parte de nuestra tradición, como es el caso de las artesanías que llevábamos a vender a Pasto. (Entrevista, 3 de septiembre de 2013)

 

Esto ha ocasionado que las actividades de creación poco rentables, aunque de gran valor cultural, estén siendo reemplazadas por labores de subsistencia que muchas veces no tienen nada que ver con las prácticas tradicionales de la comunidad; ello, irremediablemente, lleva a un detrimento de las prácticas artísticas y a la pérdida del mundo simbólico original de los quillacingas transmitido de generación en generación.

 

Ahora bien, algunas de las personas que llegan a los centros urbanos poco a poco dejan de practicar sus valores y cultura propia e introducen elementos de otras culturas o definitivamente se dejan absorber por los “no lugares” en los que se han convertido las ciudades (Augé, como se citó en Becerra, 1996); quebrantándose todo vínculo cultural con su territorio de origen, especialmente en el caso de los más jóvenes que finalmente terminan sintiéndose no identificados con la tradición indígena.

 

Esto genera una pérdida de identidad cultural en los quillacingas, entendida dicha identidad como una representación social sobre las maneras de pensar y construir la realidad que tiene una etnia (González, 2012), constituida principalmente por elementos de carácter simbólico que no solo permiten a sus miembros adquirir y reproducir el conocimiento, sino que da la capacidad de dotar de sentido a la realidad social al transformar lo desconocido en algo familiar. Esto significa que un grupo humano al perder la identidad cultural como consecuencia del cambio climático también pierde los sistemas de creencias, las opiniones y los valores que orientan las actitudes de las personas al operar como códigos normativos y ordenadores que regulan su vida (González, 2012) y queda sujeto a modelos de desarrollo que dejan al margen las necesidades de los territorios y las comunidades.

 

Necesidad de libertad

 

Esta necesidad se encuentra ligada al derecho de autodeterminación, resaltándose que en el caso de las comunidades indígenas de América Latina es un hecho que:

 

[Las] nociones de desarrollo, progreso y crecimiento ilimitado, [hacen parte de los] paradigmas que la modernidad Occidental y el imperialismo, tejieron con sangre, fuego y promesas de paz e igualdad en menoscabo de las soberanías y el derecho de autodeterminación de los pueblos. (Agudelo, 2016, p. 3)

 

Los miembros de la comunidad quillacinga coinciden con el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas (2009) en el planteamiento abierto de una denuncia sobre la “falta de participación plena y efectiva de los indígenas en la toma de decisiones y en la generación de estrategias que desde sus perspectivas estén dirigidas a confrontar el cambio climático” (p. 4), a pesar de la envergadura del fenómeno. En este sentido, resulta primordial que las personas que participan en la toma de decisiones sean protagonistas y aporten con su creatividad a las soluciones que se necesitan (Zarrilli, 2015). Esto está afectando el derecho a la autodeterminación de la etnia de los quillacingas, ya que falta reconocimiento de los derechos de los indígenas, dado que la visión Occidental de la naturaliza que impera actualmente no considera sus perspectivas: “Sí, a nosotros nunca nos han llamado a compartir nuestros conocimientos en beneficio de la naturaleza” (entrevista, 29 de septiembre de 2013).

 

Al afectarse este derecho de los quillacingas –como sucede prácticamente con todos los pueblos indígenas de Colombia–, estos dependen exclusivamente de la ayuda oficial para su supervivencia (la cual no siempre llega), lo que origina que continúen marginados política, económica y socialmente (Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, 2009). Esta situación resulta paradójica, teniendo en cuenta que “la necesidad de generar conciencia ambiental y social en las comunidades [es] un elemento estratégico en la toma de decisiones para cualquier política asociada con el cambio climático en la región” (Guerrero, Flórez y García, 2014, p. 143).

 

En síntesis, el cambio climático está afectando varios satisfactores de la comunidad quillacinga del municipio de Pasto que se consideran como una condición sine qua non para alcanzar su etnodesarrollo; es decir, para hacer realidad su buen vivir. Esto confirma lo que varias entidades internacionales han venido manifestando en los últimos años: “En todo el mundo, la gente vive el calentamiento global como una grave amenaza a su bienestar” (PNUD, 2010, p. 33); convirtiendo a este fenómeno en un factor condicionante importante del desarrollo social y humano de los pueblos. Además, y como lo plantean Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1993), el cambio climático está generando pobrezas en las comunidades debido a que “cualquier necesidad humana fundamental que no es adecuadamente satisfecha revela una pobreza humana” (p. 43).

 


 

CONCLUSIONES

 

La investigación permitió establecer que el cambio climático está generando repercusiones profundas y significativas en la cosmovisión de la etnia de los quillacingas, especialmente en las relaciones con la naturaleza, en la concepción del tiempo y en el manejo del territorio, considerando las necesidades y satisfactores propuestos por Max-Neef. En la necesidad de subsistencia se da una disminución del recurso hídrico que genera disminución de la producción agrícola, escasez de alimentos para el consumo humano y de los animales, desaparición de especies, migración del campo a la ciudad y conflictos entre indígenas y foráneos. Además de la pérdida del vínculo sagrado con el territorio y la identidad cultural en los más jóvenes, quienes son atraídos por otras culturas; mientras los adultos buscan oportunidades en la ciudad; ocasionando que las familias indígenas cambien sus ritos, prácticas culturales y en algunos casos se desintegren.

 

En cuanto a la necesidad de protección, el fenómeno afecta a la salud a través de la aparición de nuevas enfermedades, la incredulidad en los saberes medicinales ancestrales y la vulneración del derecho a una vivienda digna. Todo ello contribuye a la pérdida de la diversidad y la cultura, dado que desaparecen las reuniones tradicionales alrededor del fogón y la chagra, los mitos y sus símbolos. La contaminación de los valores naturales y culturales genera desprotección, inseguridad y desesperanza. Sobre la necesidad de entendimiento, el cambio climático altera las concepciones del tiempo y del espacio asociadas a la pérdida de vigencia de las creencias alrededor de las cabañuelas, produciendo una alteración en la relación ser humano-naturaleza. En cuanto a la necesidad de participación la comunidad reconoce su ausencia en las decisiones, organizaciones, colectivos y estrategias para atender el cambio climático que tanto les afecta.

 

Respecto a la necesidad de creación, debido a la dedicación a otras actividades que absorben el tiempo en el trabajo, los indígenas dejan de lado las prácticas culturales (artísticas y artesanales) generando una pérdida del mundo simbólico. Esto afecta la identidad cultural a través de la modificación que opera en el sistema de creencias en los valores y en las prácticas a raíz de la desvinculación de la cultura con su territorio. En la necesidad de libertad el cambio climático incide en la capacidad de autodeterminación y autorreconocimiento y en el aumento de la dependencia hacia el Estado para su subsistencia. De igual manera, la cosmovisión indígena tiende al detrimento en los modos de vida, valores y en general del buen vivir al introducirse otros lenguajes y prácticas culturales basadas en la lógica de la explotación y la acumulación, lo que origina que los vínculos entre los seres humanos y la Tierra se vayan diluyendo o transformando.

 


 

AGRADECIMIENTOS

 

Los autores agradecen a la Universidad de Manizales y a la Institución Universitaria CESMAG; así como a los miembros de las comunidades indígenas de los cabildos quillacingas de Obonuco, la Laguna de Pejendino, Genoy y El Encano, especialmente a los señores gobernadores.

 


 

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  1. Magíster en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente. Director del grupo de investigación Inti Rumi y docente adscrito a la Vicerrectoría de Investigaciones de la Institución Universitaria CESMAG, Pasto, Colombia. jaquijano@iucesmag.edu.co. ORCID: 0000-0002-2795-5128. Google Scholar: Link. 
  2. Doctora en Conocimiento y Cultura en América Latina. Docente investigadora en la línea de “Desarrollo social y humano”, Maestría en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente y del grupo de investigación en Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (CIMAD), Facultad de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas, Universidad de Manizales, Manizales, Colombia. luzeg@umanizales.edu.co. ORCID: 0000-0003-3889-1163. Google Scholar: Link. 
  3. El buen vivir es la traducción del término quechua Sumak Kawsay. 
  4. Nombre indígena de la huerta casera, la cual procede del vocablo quechua chakra. 
  5. El cuy o conejillo de indias (Cavia porcellus) es un animal originario de los Andes, que las comunidades indígenas han utilizado desde tiempos precolombinos en la gastronomía en momentos especiales del año ritual.

 


 

Para citar este artículo: Quijano, A.J. y García, L.E. (2018). Efectos del cambio climático en la etnia de los quillacingas. Revista Luna Azul, 47, 196-220. DOI: 10.17151/luaz.2018.47.11http://lunazul.ucaldas.edu.co/index.php/component/content/article?id=303

 


 

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