LA MEMORIA BIOCULTURAL DE LA ETNIA SÁLIBA, RESGUARDO EL SUSPIRO, MUNICIPIO DE OROCUÉ, CASANARE

 

Cindy Pamela Quintero Corredor1, Jhon Jairo Monje Carvajal2

 

Recibido: 27 de junio de 2017, Aceptado: 11 de junio de 2018, Actualizado: 20 diciembre 2018

 

DOI: 10.17151/luaz.2018.47.5

 

RESUMEN

 

Este documento contiene resultados de una investigación con la etnia sáliba del resguardo El Suspiro en Orocué, Casanare, orientada a generar elementos para la recuperación de su memoria biocultural. La metodología usó herramientas de la investigación acción participativa para tener acceso a una aproximación más ajustada de su cultura, espiritualidad y producción agrícola en gran parte erosionadas en la memoria colectiva de sus integrantes, principalmente por momentos y elementos de la modernidad en contacto con las comunidades no indígenas de la zona. Se usaron acercamientos vivenciales con inmersión por largos períodos en la comunidad y participación de actividades festivas, de producción, de espiritualidad y de cotidianidad para ayudar a tener una percepción más ajustada de su realidad y apoyar los resultados de la investigación.

 

PALABRAS CLAVE

 

Indígenas, conocimiento tradicional, conocimiento local, estudios étnicos, recuperación de cultura, etnoecodesarrollo.

 

 

THE BIOCULTURAL MEMORY OF THE SÁLIBA ETHNIC GROUP, EL SUSPIRO RESERVATION, MUNICIPALITY OF OROCUÉ, CASANARE

 

ABSTRACT

 

This document contains results of a research project carried out with the Sáliba ethnic group of El Suspiro reservation in Orocue, Department of Casanare, aimed at generating elements for recovery of their biocultural memory. The methodology used tools of participatory action research -PAR-, to have access to a closer approximation of this ethnic group culture, spirituality and agricultural production, largely eroded in the collective memory of its members, mainly by moments and elements of modernity in contact with nonindigenous communities in the area. Experiential approaches with immersion for long periods in the community, participation in festive activities, production, spirituality and daily life were used to help having a more accurate perception of their reality and support the results of the research.

 

KEY WORDS

 

Indigenous, traditional knowledge, local knowledge, ethnic studies, recovery of culture, ethnic and ecological development.

 


  

INTRODUCCIÓN

 

La etnia sáliba se encuentra ubicada en la margen izquierda del río Meta en el municipio de Orocué, departamento del Casanare, en los Llanos orientales de Colombia. Los sáliba también habitan en el departamento del Vichada, en la comunidad de Santa Rosalía, y en el Estado de Bolívar en Venezuela (Arango y Sánchez, 2004). Las comunidades indígenas presentes en este departamento de los Llanos orientales son de las etnias kuiba, sikuani, mjasivware, amorua, tsirapu y sálibas con 1668 personas ―siendo este grupo el más grande― (DANE, 2000); con aportes importantes en sus procesos de conocimientos tradicionales sobre su zona de vida, el manejo ancestral del territorio y la conservación de especies y espacios naturales de forma cultural. Un análisis preliminar sobre los estados de sus conocimientos tradicionales arrojó resultados no positivos y con alto riesgo de desaparición por presentar un proceso de erosión cultural importante en lo que tenía que ver con la relación hereditaria de abuelos a padres y de padres a hijos. Aunque todavía era recuperable puesto que era posible plantear procesos de recuperación o restauración al poder realizarse una toma de consciencia en los jóvenes sobre la importancia de garantizar la herencia de su cultura; certificando que su memoria biocultural tendría, por lo menos, más generaciones involucradas en su conservación. Todos estos argumentos permitieron plantear una investigación, sobre el proceso de recuperación de memoria cultural colectiva a partir de su memoria biocultural, concertada y trabajada con la misma comunidad y presentada como un producto académico en la Corporación Universitaria Minuto de Dios para la obtención del título de ingeniero en agroecología de uno de sus autores.

 

La investigación se desarrolló entre febrero y septiembre de 2011, usando herramientas de la sociología y la antropología; basando todo el proceso en negociaciones primarias, acuerdos concertados y permitidos desde su cultura para los acercamientos que llevan a adquirir confianza con el indígena. Se usaron herramientas como la observación participante y se complementó la información con entrevistas abiertas, encuestas semiestructuradas y talleres sobre danzas, alimentación, pesca y caza tradicionales, buscando establecer procesos de integración de la comunidad en torno a un ejercicio participativo (Altieri, 1999). La zona de la investigación fue el resguardo El Suspiro de la etnia sáliba, ubicado en el municipio de Orocué, Casanare (figura 1), localizado a 190 km de Yopal.

 

Fuente: elaboración propia por parte de los autores.

 

Figura 1. Localización del resguardo indígena El Suspiro en el departamento del Casanare.

 

 

Una de las razones fundamentales para trabajar la memoria biocultural, es la pérdida de las costumbres heredadas de los abuelos en primera línea o de los padres por líneas subyacentes debido a los procesos de inmersión en la modernidad de las comunidades indígenas. La pérdida de la capacidad de heredar elementos culturales tan complejos como la alimentación, los datos de valor histórico sobre la familia, de la forma de ver o concebir al mundo entre otros, es un fenómeno que también aparece en otro tipo de comunidades como las campesinas y las negritudes que están directamente conectadas con las comunidades indígenas; muchas de ellas presentan una erosión cultural bien marcada y una pérdida de memoria colectiva que imprimen su historia sobre su espacio físico de vida y sus referentes frente a sus actividades diarias, saberes ancestrales, conocimiento y manejo del territorio.

 

Los indígenas sáliba no son ajenos a esta realidad dado que la pérdida de su memoria biocultural ―ligada al territorio― se asocia en corresponsabilidad directa a su contacto con las comunidades no indígenas de sus zonas de vida ―campesinos y afrodescendientes―, lo que marcó el mayor grado de importancia de esta investigación; cuyos resultados determinaron los procesos comunitarios a seguir para pervivir en el territorio con espacios de cultura, ambiente y herencia bien sustentados, sin pretender ser aislados de una realidad puntual: la relación con sus comunidades vecinas.

 

Todas estas motivaciones hicieron que se planteara esta investigación para que la región y el país conozcan con más detalle la existencia de este pueblo indígena; generando insumos para los análisis regionales más ajustados a su cultura, a sus composiciones sociales, a su zonificación cultural y a la construcción de región con visión local.

 


  

METODOLOGÍA

 

La metodología de este trabajo investigativo se basó en los elementos que aporta la investigación local (Lozada, 2009; Rodríguez, 2010) a través del análisis de expedientes obtenidos al trabajar con comunidades indígenas y colonos sobre el manejo de recursos naturales y conocimiento de territorios con el Servicio Nacional de Aprendizaje ―SENA―; la información se obtuvo al estar en contacto permanente con las personas de la comunidad. De igual manera la convivencia con ellos en su territorio y el conocimiento de sus actividades cotidianas permitió la identificación de las personas que proporcionaron información clave y clara dentro de un ejercicio de compartir de forma abierta, fluida y natural.

 

Consideraciones iniciales

 

El proceso de investigación se inició con una caracterización (SENA, 2009) de la etnia en dos momentos: el primer momento antes de ingresar al resguardo con una consulta sobre todo el pueblo sáliba, fundamentalmente con información bibliográfica; un segundo momento después de ingresar al resguardo con un diagnóstico a partir de entrevistas semiestructuradas (Geilfus, 2009) que permitieron validar la información consultada y documentada en el primer momento (figura 2).

 

 

Fuente: elaboración propia por parte de los autores.

 

Figura 2. Esquema de la metodología desarrollada para la investigación, ajustándose a los procesos propios de los sálibas en el departamento del Casanare.

 

La validación del primer momento indicó que el trabajo planteado tenía un orden lógico; la validación de ese orden con la comunidad permitió una aproximación a la realidad de los sálibas frente a su memoria biocultural y los procesos para su preservación. Así pues, las consideraciones iniciales no fueron tan desfasadas y aportaron información importante para que los adultos pudieran recordar procesos casi olvidados; un ejemplo de esto fue reconstruir la historia de su origen, lo que permitió que ellos mismos vieran versiones escritas en publicaciones académicas de su ruta de vida hasta el territorio habitado en el momento de la investigación.

 

Herramientas participativas usadas

 

La principal herramienta utilizada fue la observación participante, herramienta que permite la involucración del investigador en los procesos que desarrollan la acción social colectiva analizada (Ottmann, 2005) en la que se logró entablar una relación de confianza con la comunidad para realizar otro tipo de actividades; la observación participante fue reforzada con biografías (SENA, 2009), entrevistas, encuestas semiestructuradas y talleres de reconstrucción de conocimiento dentro de los que se realizaron el mapa social (SENA, 2009), el mapa de recursos naturales y uso de la tierra, el calendario de cultivos y el calendario de fiestas (Geilfus, 2009).

 

La información incluida en documentos científicos sobre esta etnia no es muy abundante (especialmente en relación con su historia, movilidad y habitaciones territoriales en Venezuela y Colombia); aunque gran parte de su memoria está ligada a los ancianos que todavía viven, ellos cuentan sus historias a foráneos que los visitan pero no realizan trasmisión de esta información a sus hijos o nietos. Las razones para no hacer ese proceso de transmisión de conocimiento no son muchas: la falta de interés de los jóvenes para heredar dicho conocimiento y la somnolencia generada en los ancianos al tratar de transmitir su historia a integrantes de la comunidad que paulatinamente van perdiendo interés por la cultura; no obstante, no hacerlo determina un posible riesgo de erosión cultural.

 


  

RESULTADOS

 

Sobre el origen del pueblo sáliba y su presencia en el territorio colombiano

 

En el trabajo realizado en el resguardo El Suspiro la mayor parte de los ancianos, de los padres y la totalidad de los hijos dicen no recordar la historia sobre su origen; los más ancianos indican claramente que sus padres les contaban historias sobre este, pero han olvidado la mayoría de ellas. Sin embargo se encontraron personas con apropiación de la tradición de su pueblo, sustentada en las narrativas orales de la génesis del mundo sáliba y la cronología de su presencia en el territorio colombiano. Una característica particular de este grupo sabedor de la génesis del mundo sáliba es que la mayoría de ellos no eran ancianos; aunque en los ejercicios participativos donde se narraban las historias sobre su origen a toda la comunidad gran parte de los ancianos que habían dicho no recordar con anterioridad, en ese momento lo hacían reforzando con detalles bien particulares las mismas; hecho que permitió validar la reconstrucción de la memoria histórica. Se logró, al final de estas tareas y trabajos sobre su génesis, recuperar una historia ajustada a la presencia del pueblo sáliba en Colombia (figura 3). 

 

 

Fuente: elaboración propia por parte de los autores.

 

Figura 3. Transecto histórico del pueblo sáliba en el Casanare. En los relatos participaban la generación de jóvenes y jovencitas, padres y madres, abuelos y abuelas. Las tres generaciones en el trabajo participativo reconstruyeron este pequeño transecto de su llegada al territorio colombiano.

 

Este ejercicio de memoria colectiva frente a la génesis de su mundo se convirtió en un insumo básico para la reconstrucción de una fracción de la memoria biocultural del pueblo sáliba por medio de las consideraciones realizadas en este ejercicio sobre las apropiaciones de la etnia en el manejo del territorio, el uso de los recursos naturales y la identidad propia como una comunidad étnica de la Nación colombiana, su asentamiento y hábitat bajo las condiciones biogeográficas ofertadas por el mismo territorio a su llegada.

 

Estableciendo los procesos de la génesis del pueblo sáliba a partir de sus narraciones orales, su llegada al territorio colombiano, la apropiación de los procesos de manejo del territorio y sus recursos, la comunidad determinó seguir con referencias a su alimentación por representar un aspecto característico y diferenciador de este pueblo frente a los demás pueblos indígenas del país. Por ello la alimentación se convierte en uno de los ejes fundamentales de la recuperación de la memoria biocultural del pueblo sáliba conjuntamente con el territorio, siendo los aspectos iniciales para esta investigación.

 

Sobre la alimentación y el sustento propio

 

Este término agrupa de forma general los procesos sobre los que los seres humanos se unen a la tierra y las ofertas de frutos, flores, plantas, raíces, extractos, fibras entre otros; estos permiten desarrollar la actividad propia de la alimentación como ser vivo en un entorno. Hablar de alimentación es hablar de las bases culturales de los grupos sociales en el mundo, de los espacios construidos en su proceso; ya que el comer no solo reúne a los individuos en los espacios de alimentación, generándoles un núcleo de compartir, sino que también construye espacios de desarrollo de conocimientos y actividades sociales en todo su proceso al brindar la oportunidad de observar, preguntar, experimentar y contestar las preguntas propias de la evolución humana ligada a un territorio y a unos productos.

 

El comer tiene unas dimensiones que permiten hacer una aproximación a los universos culturales de cada comunidad; universos determinantes de los períodos de siembra, las épocas de cosecha, las observaciones sobre el manejo de los suelos y las actividades ligadas a los tiempos, ritmos y calendarios como un legado para la agricultura y el uso de los recursos naturales.

 

Los tiempos están vinculados con las respuestas del medio ambiente frente a los fenómenos climáticos, períodos de lluvias y secos; los ritmos se representan con la frecuencia en que se repite un fenómeno natural: la emigración y retorno de las aves, las mareas altas y bajas, la frecuencia e intensidad de los vientos, las fases lunares, los momentos de abundancia de peces y de animales silvestres para caza, los períodos de floración y fructificación de especies vegetales, de recolección natural entre otros. Los calendarios son el resultado de la lectura de los fenómenos anteriores y la programación de la alimentación dependiendo de lo que se puede recolectar, cazar, pescar, cosechar, sembrar, limpiar, socolar y además permiten hacer una gráfica descriptiva de estos procesos a lo largo de un período de tiempo (figura 4).

 

Fuente: elaboración propia por parte de los autores.

 

Figura 4. Calendario sáliba de abundancias, manejos, aprovechamientos de especies y recursos naturales, períodos de siembra, cosecha y mantenimiento de cultivos. Está determinado por los meses del año como parte de un calendario, pero tiene definido mes a mes las diferentes oportunidades de aprovechar un recurso para su proceso de alimentación; también del manejo según los tiempos de los cultivos, los suelos, las aguas y las diferentes ofertas ambientales de animales y peces.

 

El ejercicio de los tiempos, ritmos y calendarios son los indicadores que en un proceso cultural las razones lógicas y naturales determinan la toma de decisiones sobre cuándo y dónde se consigue el alimento: cuál es el momento y cuál es la especie ideal para cazar ―valorado hasta en las horas y lugares en que se debe cazar―; cuál lugar y especie es la que se debe pescar o sencillamente qué se recolecta o qué se cosecha y en qué tiempo.

 

Para los cultivos se determina su siembra en terrenos aledaños a las riberas de los caños que limitan con el resguardo, lugares de suelos muy fértiles por los arrastres de material mineral y orgánico formados por las corrientes de agua hacia las orillas; a estos espacios de cultivos los llaman sementeras. Toda familia puede implementar su sementera donde desee y del tamaño deseado, pero generalmente la capacidad para sostener el área es el determinante del tamaño de la sementera de cada familia con diseños de policultivos benéficos y con aprovechamiento de especies que se benefician mutuamente tanto en la demanda de elementos del suelo como en la protección por procesos alelopáticos hacia los posibles insectos causantes de daño (figura 5). Como tienen un calendario conocido de aprovechamiento de abundancia y de manejo de siembras y cosechas se facilitan los procesos de trabajo en las mismas, permitiéndoles tener alimento en abundancia y en calidad durante todo el año. Estas sementeras constan de cultivos de yuca dulce, yuca brava, plátano, topocho, banano, ahuyama, maíz, caña, piña, patilla, batata; mientras que en los patios de sus casas tienen frutales como naranja, limón, guanábana, guayaba y badea.

 

Fuente: elaboración propia por parte de los autores.

Figura 5. Distribución de cultivos en la sementera. Distribución de una sementera para el mejor aprovechamiento de nutrientes del suelo, protección vegetal de insectos que causan daños y manejo de la misma. En la gráfica vemos las siguientes especies: 1. Piña; 2. Plátano; 3. Yuca dulce; 4. Sandía; 5. Batata; 6. Maíz. Las densidades de siembra son el resultado de mucho tiempo de adaptación de dichos cultivos a esos manejos con procesos de repetición y observación en las pruebas de ensayos de acierto y error (Monje Carvajal, 2011).

 

El proceso de siembra inicia en diciembre con la tala del bosque que se va a usar, luego en febrero se quema este terreno y se cerca. En marzo se siembra la yuca con los primeros inviernos del año; en abril la yuca ha retoñado y se siembra plátano, maíz, patilla, ahuyama, piña, batata, caña, topocho y banano. En mayo se puede sembrar plátano, el momento para sembrar el topocho es durante los meses de junio a agosto; en octubre y noviembre se puede volver a sembrar yuca y patilla. Como la mayoría de estos cultivos son de período largo, las cosechas son al siguiente año de la siembra; entonces en diciembre se escoge el nuevo terreno para sembrar y con el nuevo año se cosecha la siembra del año anterior. Como sus siembras son escalonadas se aseguran de tener plátano y yuca durante todo el año; la patilla dura tres meses, por lo que tienen patilla en enero y julio; mientras que la caña se cosecha en enero y la piña en julio.

 

Todos los cultivos se mezclan a excepción del plátano y del topocho, estos generalmente se siembran por separado. Cuando se termina toda la cosecha en la sementera se dejan los residuos en el terreno y se deja descansar durante seis años para sembrar nuevamente yuca, la cual solo se puede sembrar en un terreno explotado anteriormente. La siembra de caña se hace con la Luna creciente y el resto de los cultivos se siembran en menguante ―los lunes, miércoles y viernes―. La madera para cercar o para leña siempre se corta en menguante.

 

En estas sementeras no se hace aplicación de abonos de ningún tipo ni se hace control de plagas, si aparece algún insecto o enfermedad se dice que esta pasa en un determinado tiempo y no afecta la producción; la única actividad realizada es el deshierbe para tener sus sementeras ordenadas y con buena estética (‘bonitas’); cuando crece la maleza se realiza el deshierbe, generalmente cada tres meses. Los agricultores tampoco llevan contabilidad de los gastos de su sementera ni de la producción de los cultivos, tan solo tienen muy claro sus fechas de siembra y cosecha.

 

La cacería y la pesca, que sustentan la mayor parte de la proteína animal consumida en el año, se llevan a cabo con animales grandes como el chigüiro (Hydrochoerus hydrochaeris) y el venado sabanero3 (Odocoileus virginianus) y especies más pequeñas como la lapa (Cuniculus paca) y el guatín o ñeque (Dasyprocta fuliginosa); estos son animales de hábito nocturno, por lo que su captura o caza es de noche; buscando los lugares que su etología los obliga a visitar. La pesca se realiza tanto en el día como en la noche: en el día se pesca con anzuelo y en la noche se pesca con puyón y lengüeta, armas fabricadas por ellos y utilizadas también para cazar.

 

De los productos agrícolas se obtienen subproductos o transformados que hacen parte de la base alimentaria de la etnia. El mañoco es un complemento alimenticio preparado a partir de la yuca brava y la yuca dulce4. En el proceso se usan diferentes herramientas o utensilios (figura 6) diseñados por los ancestros especialmente para esta labor. La elaboración del mañoco es una actividad familiar donde se reúnen todos los integrantes de la familia a participar y compartir, les toma cuatro días su elaboración; la cual da inicio en el momento de la cosecha de yuca hasta el secado del mañoco en forma de harina gruesa. Para elaborar dos arrobas de mañoco se usan cinco arrobas de yuca; y en el mercado de Yopal puede valer entre US$ 53 y US$ 54.

 

De la yuca dulce también se obtiene el casabe o jau-jau en lengua sáliba (Estrada, 1996). Es una torta delgada de yuca que hace parte de la dieta diaria del pueblo sáliba. Para su elaboración se usan cinco arrobas de yuca para obtener treinta y cinco tortas de casabe redondas de un radio aproximado de 40 cm. Estas tortas son fácilmente comercializables en los mercados locales o en la capital del departamento, llegando a costar cada torta entre US$ 1,5 y US$ 2. La elaboración de 35 unidades se realiza en un solo día, iniciando desde las 2 de la mañana con la rayada de la yuca hasta la obtención de las tortas a las 5 de la tarde.

 

 

Figura 6. Herramientas para preparar mañoco y casabe. Las yucas se rayan en el rayador, resultando una masa húmeda; se empaca en un tubo de fibra (sebucán) para exprimir todo el jugo; la harina se deposita en la batea de donde se va sacando para pasarla al budar donde se voltea constantemente con la paleta hasta dejar una harina gruesa y seca. El manar es un tamiz donde se escurre la masa de yuca; se pasa a la paleta para darle la forma circular y dejarla secar al fuego; la tabla se usa para despegar las puntas y el volteador para soportar toda la torta a la hora de voltearla. Las escobas, tanto la pequeña como la grande, tienen la función de limpiar las superficies de trabajo y procesos.

 

La alimentación de los sáliba en la escala del método de la dependencia alimentaria

 

Usando la herramienta del globo de dependencia alimentaria5 se obtuvo un índice de dependencia de 1,6 en la escala de la herramienta que va de 1 a 5, donde la menor dependencia de lo externo es 1 y la mayor dependencia de lo externo es 5, el resultado muestra que la etnia depende en su mayoría del recurso local para su alimentación; aunque los recursos usados son locales, estos no son propios; la comunidad dentro de la dieta consumida únicamente produce 8 alimentos y 16 son comprados en el municipio cercano; los alimentos producidos y/o conseguidos dentro del resguardo son yuca, plátano, pescado, chigüiro, cachicamo, mañoco, casabe, limón; mientras que en los comprados se encuentran arroz, papa, granos, pasta, panela, azúcar, café, aceite, verduras, sal y chocolate (figura 7).

 

 

Figura 7. Escala de medición de la metodología globo de dependencia alimentaria (Monje Carvajal, 2010). La escala de la metodología tiene como objetivo el medir la dependencia de las comunidades a productos externos con una fórmula matemática que aproxima a 1 cuando la dependencia es local y 5 cuando es internacional (Monje Carvajal, 2010). Es un prototipo en diseño, el cual ya ha sido probado en muchos proyectos e incluso en esta investigación.

 

Cultura y espiritualidad

 

La cultura sáliba ha sufrido una erosión muy marcada a lo largo de los años. Esta pérdida cultural se debe a su convivencia diaria con comunidades occidentales, las cuales han llevado a que los sáliba hayan ido sustituyendo sus costumbres y olvidándolas poco a poco.

 

En el mes de septiembre se realizaba la fiesta de San Miguel donde se bailaba el botuto, baile típico de los sáliba; en este baile se imitan los movimientos del güio, bailando en parejas. También se bailaba carrizo, otro baile autóctono con movimientos más rápidos, al ritmo de un instrumento de viento que lleva el mismo nombre y que se sopla para generar la melodía. Todos estos bailes y alimentos se acompañaban con guarapo, una bebida elaborada al poner panela en agua y dejar fermentar durante 15 días. Esta fiesta ya no se realiza en el mes de septiembre sino el 2 de febrero, y ya no es la fiesta de San Miguel sino la Feria de la Candelaria en honor a la patrona del municipio de Orocué. Los abuelos coinciden en que sus hijos no bailan porque no les gusta y no quisieron aprender a bailar; también afirman que ya no hay personas con conocimiento para tocar carrizo ni botuto, los únicos sabedores son los ancianos y cuando ellos falten estos bailes desaparecerán, pues los jóvenes no están interesados en aprender. En el mes de marzo se está realizando el Festival del Bachaco, que inició en 2008, donde se hacen los bailes botuto y carrizo y se prepara toda la comida típica de los sáliba para brindar a los visitantes; esta fiesta dura dos días.

 

Respecto a sus procesos espirituales, las generaciones presentes en el resguardo recuerdan ser católicos desde antaño y dicen no tener conocimiento del momento en el que se realizó la evangelización por parte de los jesuitas ni cuáles eran sus creencias antes de ser católicos. Las fiestas celebradas son las mismas de la Iglesia católica, teniendo mayor énfasis en la Semana Santa y la Navidad donde son acompañados por seminaristas que van a la comunidad de El Suspiro para realizar las meditaciones y actividades tradicionales de dichas celebraciones religiosas.

 


  

CONCLUSIONES

 

La memoria biocultural del pueblo sáliba en el resguardo El Suspiro ha sufrido una erosión durante su convivencia permanente con comunidades occidentales, expresada en la sustitución de su alimentación autóctona por alimentos que no producen y deben comprar; en la adopción de formas de vida similares a las comunidades occidentales como el acceso a elementos tecnológicos como la televisión y la radio, suprimiendo con estos los momentos familiares y rompiendo tiempos clave de transmisión de enseñanza como las horas de consumir los alimentos y las horas de la noche; en los trabajos realizados para sustentar su economía dado que no trabajan en sus cultivos sino en otras fincas, pues son muy pocas las familias que viven de la agricultura en sus casas debido a que la gran mayoría prefieren ir a trabajar a otros lugares y ganar dinero para su sustento. Este espacio atenta contra el principio de autonomía de los resguardos indígenas porque se vulnera la capacidad de permear su cultura a las externalidades que día a día los aproxima más a la modernidad occidental; por ejemplo pocas personas saben elaborar mañoco y casabe, y no muchas están interesadas en aprender, ya que prefieren comprar otro tipo de comida; de ahí que han perdido gran parte de su herencia cultural, tradicional y espiritual respecto a su alimentación; tanto así que algunos jóvenes ni siquiera quieren comer lo tradicional.

 

La erosión cultural de la etnia ha causado una pérdida de identidad de generación en generación; reflejada en los niños debido a que ellos no hablan ni entienden su lengua, no han aprendido a poner en escena sus bailes tradicionales, no están interesados en cultivar sus tierras, no conocen la historia de su etnia ni de su resguardo y no creen en la medicina tradicional. Estos aspectos los hace tener prioridades y pensamientos más cercanos a las comunidades occidentales que a la comunidad indígena. Los abuelos del resguardo desearían hacer un proceso de enseñanza a los niños, realizando reuniones diarias con toda la comunidad donde cuenten sus historias de juventud, que se enseñe a representar sus bailes autóctonos y el proceso de rescate de la lengua (Estrada, 1996); con procesos claros tanto políticos como institucionales del Estado frente a las peticiones constantes de los indígenas por una etnoeducación más ajustada a su realidad en su territorio y bajo su cultura (Monje Carvajal, 2007).

 

Estos procesos demandan acciones urgentes, acciones que permitan a la misma comunidad resignificar la pertinencia cultural y el proceso de autonomía del pueblo sáliba del Casanare. Aunque las acciones encaminadas a tal proceso no son sencillas ni rápidas; por ello se hace necesario realizar actividades encaminadas al rescate de su cultura, a valorar realmente su autonomía y a plasmarla en su plan de vida (Monje Carvajal, 2010), enseñar a elaborar sus platos típicos a las nuevas generaciones y enseñar a los niños el valor de cultivar la tierra, es urgente el rescate de la lengua y la programación del proceso de etnoeducación (Monje Carvajal, 2007); actividades que deben estar puestas como fundamentos de la cultura en el plan de vida para la pervivencia de la etnia en su territorio; además de estar diseñadas con y para la comunidad y no ser impuestas por otras personas sin conocimiento de la historicidad de la etnia sáliba (Monje Carvajal, 2010).

 

La dependencia alimentaria de la etnia sáliba según su base es local, pero se hace evidente que cada día los alimentos producidos son mínimos frente a los comprados. Esto se debe a las condiciones agroecológicas de la zona aunadas a la pérdida de interés de una buena parte de los habitantes por implementar sus sementeras, recuperar y mantener sus procesos culturales ancestrales y dar valor prioritario a su ser indígena.

 

Este aspecto es preocupante porque el modelo económico cada día los hace más vulnerables a los procesos de la modernidad, por lo que pueden terminar siendo una cultura inmersa en un modelo económico convencional, perdiendo aspectos y espacios culturales que solo se conservan a través de la repetición constante y la transmisión a partir de la experiencia. Una forma de sostener su cultura productiva sería un proceso de fomento de las prácticas agropecuarias que les permita desarrollar una producción culturalmente aceptada a fin de minimizar la dependencia de externalidades y reafirmar sus procesos de producción involucrando a la mayor parte de la comunidad.

 


 

AGRADECIMIENTOS

 

Agradecimiento especial a toda la comunidad sáliba del resguardo El Suspiro, especialmente a la gobernadora Myryam Guaracapare por su apoyo y hospitalidad; a la familia Guaracapare Caribana por haber acogido el proyecto con tanto apoyo; y a los niños y jóvenes que hicieron parte de los talleres colectivos. Finalmente a Edgardo Barrios por todo su apoyo y acompañamiento durante la investigación.

 


  

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

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  1. Maestra en Ciencias en Desarrollo Rural Regional. Universidad Autónoma de Chapingo, Texcoco, México. pamelaquintero1609@gmail.com. ORCID: 0000-0001-9611-4712. Google Scholar: Link 
  2. Doctor en Recursos Naturales y Gestión Sostenible. Profesor Asociado grado 2 Corporación Universitaria Minuto de Dios, Bogotá, Colombia. jmonje@uniminuto.edu.co. ORCID: 0000-0003-0329-1512. Google Scholar: Link. 
  3. Se menciona al venado porque este hacía parte de su dieta, aunque ya no se consigue en el resguardo. 
  4. Hace muchos años solo se elaboraba con yuca brava, pero ahora se elabora con las dos puesto que esta no rinde tanto como la yuca dulce. 
  5. Modelo resultante del trabajo del grupo interdisciplinar “Campesinos, etnias, ruralidad y desarrollo endógeno” ―CERD― para medir los grados de dependencia alimentaria de las comunidades. Fue desarrollado a partir de ejercicios en diferentes comunidades campesinas. El diseño y la idea original es de Jhon Jairo Monje Carvajal.

 


 

Para citar este artículo: Quintero-Corredor, C.P., Monje Carvajal, J.J. (2018). La memoria biocultural de la etnia sáliba, resguardo el suspiro, municipio de Orocué, Casanare. Revista Luna Azul, 47, 83-97. DOI: 10.17151/luaz.2018.47.5http://lunazul.ucaldas.edu.co/index.php/component/content/article?id=297

 


 

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