Afinidad taxonómica y ecosistémica de la iconografía vegetal en la cultura Quimbaya del Cauca Medio

 

Luisa Fernanda Pineda Burgos1

David Sanín2

 

Recibido: 22 de septiembre del 2024 – Aceptado: 28 de mayo del 2025 – Actualizado: 18 de junio del 2025

 

DOI: 10.17151/luaz.2024.59.6

 

Resumen

 

Introducción: Se aborda el estudio de la iconografía vegetal creada por los grupos humanos prehistóricos que habitaron la región del Cauca Medio. Objetivo: Esta investigación busca asignar una afinidad taxonómica y ecosistémica a la morfología de las piezas cerámicas, brindando herramientas que aporten en el entendimiento del uso de estas especies por parte de la culturas indígenas. Metodología: Revisamos 2.681 vasijas cerámicas excavadas en contextos funerarios de origen arqueológico, de las cuales, 137 corresponden a rasgos propios de iconografía vegetal. Resultados y discusión: Teniendo en cuenta su estilo morfológico y la zona de vida donde fueron halladas las piezas, se proponen cuatro afinidades vegetales que podrían pertenecer a abstracciones referidas a Cucurbita moschata y Lagenaria siceraria (Cucurbitaceae), Crescentia cujete (Bignonicaceae) y Lecytis minor (Lecythidaceae). Conclusión: Este trabajo describe cómo la iconografía vegetal ofrece valiosa información sobre las complejas relaciones ecosistémicas que regían la vida de los seres humanos prehistóricos, y cómo esta información nos permite aproximarnos al modo de vida de los grupos Quimbaya ya extintos.

 

Palabras clave: Cultura Quimbaya, plantas útiles, Cucurbita moschata, Lagenaria siceraria, Crescentia cujete, Lecytis minor, piezas cerámicas.

 

Abstract

Taxonomic and Ecosystemic Affinity of Plant Iconography in the Quimbaya Culture of the Middle Cauca Region

 

Introduction: This study examines plant-based iconography found in ceramic artifacts produced by prehistoric human groups in the Middle Cauca region of Colombia. Objective: The goal is to assign taxonomic and ecosystemic affinities to the morphological features of these ceramic pieces, thereby contributing to a better understanding of the role of plant species in indigenous Quimbaya culture. Methodology: A total of 2,681 ceramic vessels excavated from funerary archaeological contexts were reviewed, of which 137 exhibited distinct vegetal iconographic traits. Results and Discussion: Based on morphological characteristics and ecological context, four plant taxa were proposed: Cucurbita moschata and Lagenaria siceraria (Cucurbitaceae), Crescentia cujete (Bignoniaceae), and Lecytis minor (Lecythidaceae). Conclusion: The study demonstrates that vegetal iconography reveals complex ecological relationships and provides insights into the cultural and material practices of the extinct Quimbaya civilization. These findings enhance our understanding of prehistoric subsistence strategies and symbolic representations.

Keywords: Quimbaya culture, useful plants, Cucurbita moschata, Lagenaria siceraria, Crescentia cujete, Lecytis minor, ceramic artifacts.

 


 

Introducción

 

El medio ambiente que rodeaba a los pueblos prehistóricos, aunque variable, fue determinante para ellos. La disponibilidad de alimentos, la fertilidad de los suelos, temperatura, humedad y demás elementos, han sido algunos de los principales factores que moldearon el tipo de economía, forma de habitación y complejidad de las sociedades (Brothwell y Higgs, 1980). La domesticación de plantas es uno de los procesos más importantes para el surgimiento y mantenimiento de las civilizaciones. Se entiende por domesticación, al conjunto de acciones mediante las cuales el ser humano altera la ecología de un entorno físico, produciendo efectos en la distribución diferencial de las especies vegetales y animales, originando relaciones simbióticas que pueden desembocar en una codependencia evolutiva (Aceituno y Loaiza, 2007). La cual, puede manifestarse en transformaciones biológicas y culturales (Piperno, 1998).

 

De esta forma, la domesticación no es únicamente una cuestión de diseño intencional, sino que se manifiesta en una ecología relacional que puede adoptar múltiples formas de interacción ser humano y medio ambiente (Piperno y Pearsall, 1998). Las representaciones de plantas se encuentran en casi todos los sistemas de expresión estéticos de las culturas prehistóricas (Brothwell y Higgs, 1980). El surgimiento de los primeros grupos humanos, y posteriormente de civilizaciones, tienen sus raíces en los conocimientos derivados de la utilización de las plantas y los animales que conforman su entorno, todo esto enmarcado en los complejos procesos de domesticación que se fueron dando a través del tiempo (Piperno y Pearsall, 1998).

 

La especie humana, como entidad biológica y cultural, tiene relación y depende de su ambiente y de otras especies (Brothwell y Higgs, 1980). Desde sus orígenes, el desarrollo de las sociedades humanas y su cultura tienen relación con el conocimiento de la biodiversidad. Las plantas, por ejemplo, están en todos los aspectos fundamentales de la vida humana, la respiración, la alimentación, la medicina, la diversión y sin duda alguna, el arte. Es así como el habitante ancestral humano dependía del conocimiento de la flora, de sus usos y distribución. Lo cual, estableció una estrecha relación entre la diversidad cultural y la diversidad biológica que quedaba en muchas ocasiones, plasmada en el arte prehistórico (Brothwell y Higgs, 1980). El ser humano se manifiesta como un ser curioso, pregunta por su existencia, por su entorno, por su pasado y por su futuro (De la Fuente, 2006). En este sentido, el arte representa una conducta primordial de comunicación humana. Es una expresión de la actividad y la voluntad, contribuye a formar la conciencia humana. El cual, por medio de formas, espacios, volúmenes, colores y líneas, dan presencia a asuntos que manifiestan sus inquietudes naturales (De la Fuente, 2006).

 

El estudio de la flora arqueológica visto en relación con el desarrollo de las sociedades del pasado, proporciona tanto a la arqueología como a la biología, nuevas fuentes de información que contribuyen a comprender mejor la dinámica del ser humano y su relación con los diversos ambientes naturales (Morcote-Ríos et al., 2016). La recuperación, identificación, análisis e interpretación de los restos botánicos encontrados en contextos arqueológicos (polen, fitolítos, granos de almidón y macrorrestos vegetales), aportan datos a la composición de la flora en un ecosistema determinado y su relación con las sociedades del pasado. Establece también cómo los grupos humanos manejaron y usaron las plantas, cuál ha sido el impacto de las acciones antrópicas sobre el mundo vegetal y qué especies seleccionaron para sus diversas actividades (Morcote-Ríos et al., 2016). Entre los hallazgos derivados de este estudio podemos encontrar la iconografía vegetal, que son piezas y pictogramas de creación artística realizada por los grupos humanos prehistóricos, estos artesanos crearon diversos tipos de formas inspirados en animales, hongos y plantas.

 

La iconografía prehistórica del Cauca Medio evidencia una artesanía detallada y cuidadosa, con brillos en sus superficies, colores marrones e incisiones, se distingue por las formas realistas y escultóricas de mujeres con rasgos femeninos exagerados, y de posibles frutos (Bruhns, 1970; Uribe Villegas, 2005). Se ha planteado que este tipo de iconografía se asemeja a las estructuras producidas por especies botánicas, aunque muchos de los vestigios arqueológicos presentan diversas formas y significados, en la iconografía vegetal se puede encontrar una imagen análoga a la realidad, pero ¿cuáles son las características estilísticas en su iconografía que hacen que se asemeje a un fruto? y ¿coincide esta iconografía con la zona de vida donde fueron halladas? De esta forma, los objetivos de este estudio son: 1; Describir las características morfológicas de la iconografía vegetal. 2; Relacionar la iconografía vegetal con la ecología de la zona de vida donde fueron halladas las piezas. 3; Proponer una afinidad taxonómica y ecosistémica de las representaciones iconográficas vegetales de las piezas.

 


 

Materiales y métodos

 

Área de estudio: el muestreo se realizó en la cuenca hidrográfica del río Cauca, que se ha dividido en tres secciones transversales denominadas cuenca alta, media y baja. De estas, es la cuenca media, el enfoque del presente estudio (Figura 1). La cuenca media del río Cauca comprende vertientes que van desde el municipio de la Virginia al sur (Risaralda), el municipio de Santafé de Antioquia al norte (Antioquia), incluyendo algunos sub-valles interandinos como los valles de los ríos Quindío, Risaralda, Arma, San Juan Bravo, y Medellín (Piazzini Suárez, 2015; Herrera et al., 2011; 2016).

 

Figura 1

Cauca Medio y distribución de los sitios arqueológicos

Fuente: elaboración propia.

 

Descripción morfológica de las piezas y sus categorías

Este trabajo se enmarcó en un análisis morfológico y utilizo la terminología para realizar descripciones iconográficas a partir de características como su forma, tamaño, color y superficie de las piezas (Pang, 1992; Sondereguer, 2003; Mason et al., 2006; Proulx, 2006; Munsterberg, 2009; Dhar, 2011; Argüello et al., 2021). Este enfoque se refiere al método analítico descriptivo-morfológico, el cual relaciona la forma de las piezas con al aspecto arqueológico y el botánico. Además, vinculamos el contexto regional de los grupos prehistóricos Quimbaya del Cauca Medio con apoyo de manuales cerámicos como el descrito por Argüello et al. (2021).

 

Se seleccionaron aquellas piezas que presentaban rasgos propios de una iconografía vegetal, con referentes de otras investigaciones arqueológicas como la de Giraldo-Cañas (2013) o Uribe Villegas (2005), que definen este tipo de características morfológicas como fitomorfas. Una vez seleccionadas las piezas cerámicas se buscó agruparlas por sus características visuales en comparación con los frutos de los referentes botánicos actuales.

 

Asignación taxonómica y ecosistémica

 

La asignación taxonómica de las especies consideradas en la iconografía analizada se basó en los trabajos de Espinal (1981), Aceituno y Loaiza (2007) y Ramos y Silverstone (2018). Asimismo, se realizaron comparaciones de las afinidades taxonómicas con ejemplares botánicos depositados en el Herbario de la Universidad de Caldas (FAUC), Herbario Universidad del Valle (CUVC) y la base de dados del Herbario Nacional Colombiano (Herbario COL 2025) (Anexo 1). Teniendo en cuenta su ecología, distribución, generalidades taxonómicas, aspectos etnobotánicos y previos hallazgos arqueológicos, fueron asignadas las afinidades taxonómicas.

 

Ya que en esta investigación se estudiaron piezas arqueológicas, que son producto de la abstracción y la reinterpretación de sus creadores, indígenas Quimbaya que se encuentran extintos. Se utilizó el concepto de afinidad taxonómica y no determinación taxonómica, ya que para realizar una determinación taxonómica de plantas se requieren ejemplares de herbario, ilustraciones científicas o fotografías del material vivo, que deben ser comparadas con ejemplares tipo y sus respectivos protólogos (Dayrat, 2005). Por lo tanto, las afinidades taxonómicas presentadas corresponden a interpretaciones realizadas a partir de la evidencia presente en la forma de los íconos estudiados, registros literarios o ejemplares de herbario y su contexto ecológico.

 


 

Resultados y discusión

 

En los 56 sitios arqueológicos excavados se hallaron 2.681 piezas cerámicas, de los cuales, únicamente 11 sitios presentaron un total de 137 piezas asociadas a una iconografía vegetal (Tabla 1). Dichas vasijas se encontraron en un contexto funerario, al ubicarse en ajuares usados como urnas funerarias con restos incinerados de seres humanos en su interior. Según sus cualidades estilísticas y morfológicas, las piezas se asignaron a cuatro especies de plantas (afinidades taxonómicas). Dos especies pertenecientes a la familia Cucurbitaceae con 40 piezas (Grupo I y II), una Bignoniaceae con 52 piezas (Grupo III) y una Lecythidaceae con 40 piezas (Grupo IV). Dichos grupos se describen a continuación:

 

Tabla 1

Sitios arqueológicos con piezas representativas de iconografía vegetal, su contexto y afinidad taxonómica

Fuente: elaboración propia.

 

Grupo I: Cucurbita moschata Duchesne (Cucurbitaceae) (Anexo 1)

 

Estas piezas presentan volumen, formas globulares y columnares bulbosas alrededor, es decir, sus paredes están compuestas por columnas sobresalientes, redondeadas, alargadas y equidistantes, sus cuellos pueden ser alargados y anchos (Figura 2). Otra variación de las vasijas de este grupo se asocia a urnas funerarias, piezas de carácter ritual con cuerpo cilíndrico y base aplanada, que fueron usadas para depositar restos humanos incinerados. Resalta en sus superficies el uso de incisiones longitudinales que van desde la parte distal (base) a la proximal de la pieza, o donde se encuentra el acceso del recipiente. Estas incisiones pueden ser intermitentes o continúas y decoran las vasijas a lo largo de sus protuberancias columnares (Figura 3).

Algunos ejemplares presentaron policromía en su superficie, con un aplicado de pintura positiva ejecutada directamente sobre la pieza, lo cual crea una figura por medio de la aplicación del colorante, acompañado del color base de este tipo de vasijas marrón, y una superficie brillante o bruñido, que caracterizó estas piezas.

 

En este grupo encontramos vasijas pequeñas de hasta 15 cm de ancho, por 10 cm de alto, así como de tamaño medio, con alturas de 25 cm y 35 cm de ancho. Dichos colores, diferentes en contraste por sus franjas, así como el tamaño mencionado, identifican su afinidad taxonómica con Cucurbita moschata.

 

Figura 2

Grupo I: Cucurbita moschata (Cucurbitaceae)

Nota. A, B y C, vasijas con perspectiva cenital y frontal, en comparación con D. Fruto de C. moschata en vista polar y ecuatorial. Fuente: elaboración propia.

 

Se ha sugerido que Cucurbita moschata fue domesticada en América. Evidencia de su cultivo entre 8750 a.C y 850 d.C, así como la distribución geográfica de sus restos arqueológicos en Estados Unidos, México, Belice, Guatemala, Colombia y Perú (Whitaker y Bird, 1949; Cutler y Whitaker, 1961; Nee, 1990) soportan dicha afirmación. No obstante, poblaciones silvestres de Cucurbita spp. registradas en Colombia (Lira-Saade, 1995) y la considerable diversidad morfológica de razas de C. moschata locales al norte de Sur América (Nee, 1990), sugieren que nuestro país podría ser un importante centro de su domesticación (Lira-Saade, 1995).

 

Figura 3

Grupo I: Cucurbita moschata (Cucurbitaceae)

Nota. A, B, C y D, vasijas con perspectiva frontal, en comparación con D. Fruto de C. moschata en vista ecuatorial. Fuente: elaboración propia.

 

La diversidad morfológica, fenológica, así como el amplio intervalo geográfico y altitudinal en que se cultiva Cucurbita moschata en el mundo (Lira-Saade, 1995), podría justificar la presencia de la variable iconografía vegetal registrada para el Grupo I. Además, teniendo en cuenta lo que Lira-Saade (1995) sugiere sobre la domesticación de esta especie, es posible que C. moschata fuera cultivada en épocas prehistóricas. Promoviendo que sus frutos fueran inspiración para la iconografía vegetal en la región del Cauca Medio.

 

Grupo II: Lagenaria siceraria (Cucurbitaceae)

 

La única pieza encontrada representó un poporo. Esta presenta una base semiplana, con cuerpo globular y borde evertido, su cuello es alargado, recto y con un labio alrededor en su parte media para mejorar su agarre, donde se percibe que es equilibrada (Figura 4). Su color es marrón, con un bruñido que produce brillo en su superficie lisa, no presentó variación cromática ni aplicados o incisiones. Sus dimensiones son óptimas para el agarre con una sola mano, ya que en su parte más ancha mide 12 cm, su altura total es de 15 cm, su cuello presenta un ancho de 4 cm y su boquilla mide 2 cm de ancho.

 

Figura 4

Grupo II: Lagenaria siceraria (Cucurbitaceae)

 

Nota. A, Poporo prehispánico, vista frontal. B, Fruto seco de Lagenaria siceraria, vista ecuatorial. Fuente: elaboración propia.

 

Al presentar la pieza un solo tono, es evidente su similitud con la superficie de los frutos de Lagenaria siceraria, en especial cuando se encuentran secos, ya que no presentan variaciones en color y superficie. Además, su forma general y silueta, argumentan dicha afinidad taxonómica.

 

Esta pieza sugiere el uso de vasijas inspiradas en la forma de los frutos de Lagenaria siceraria para almacenar el mambe producido a partir de Erythroxylum coca Lam. Dicho uso ancestral que los habitantes del Cauca Medio dieron a estas plantas ha sido registrado en obras arqueológicas en la región donde habitaron los Quimbaya (Duque, 1970; Jaramillo y Salge Ferro, 2012).

 

Pese a que esta calabaza y su cultivo son originarios de África, su uso se conoce desde la época prehistórica en diversas culturas de Eurasia, islas del Pacífico y América Tropical (Richardson 1972). Se ha estimado que los restos más antiguos de esta especie en América datan de 10.000 años (AP) (Erickson et al., 2005). Ya que sus semillas pueden ser viables al interior de los frutos incluso después de flotar en el mar durante un año (Whitaker y Carter, 1954). Podrían haber llegado a América a través de las corrientes del Océano Atlántico durante el Pleistoceno tardío y no por un dispersor humano (Kistler et al., 2014).

 

Análisis moleculares de calabazas recientes y restos arqueológicos sugieren que las calabazas botella precolombinas, están estrechamente relacionadas con las calabazas africanas (Kistler et al., 2014). Una vez llegadas a América, las calabazas naturalizadas se establecieron en zonas tropicales por la dispersión realizada por mamíferos (megafauna) (Whitaker et al., 1957). No se han registrado poblaciones de calabazas silvestres en la América tropical y las calabazas silvestres en África están al borde de la extinción, lo cual indica cambios ecológicos desde el Pleistoceno tardío, como la desaparición de los grandes mamíferos dispersores (Whitaker et al., 1957). De esta forma, las calabazas cultivadas habrían tenido una ventaja sobre sus parientes silvestres, por lo que las únicas calabazas de América tropical que posiblemente sobrevivieron hasta el Holoceno, fueron las domesticadas (Camp, 1954). A medida que los humanos encontraron calabazas silvestres, procedieron a promover su cultivo o manejo, seguido de una selección de materiales que se adaptaban mejor a las necesidades de las poblaciones locales y, en última instancia, el surgimiento de linajes domesticados morfológicamente distintos (Kistler et al., 2014).

 

Como una de las primeras plantas domesticadas, Lagenaria siceraria es fundamental para explorar preguntas relacionadas con los mecanismos y parámetros culturales de las primeras transiciones humanas a la domesticación de plantas (Richardson 1972; Erickson et al., 2005). Por lo cual, es probable que esta planta llegara a la región del Cauca Medio ya domesticada. La variedad de aplicaciones de esta especie explica por qué la calabaza botella está presente a nivel mundial (Kistler et al., 2014). Incluso, actualmente se pueden encontrar artefactos como redes de pesca, recipientes para almacenar alimentos o transportar líquidos (Heiser, 1979). Asimismo, sus hojas, yemas, brotes y semillas son ricas en aceites y proteínas; sin embargo, su pulpa es amarga y en cierta medida tóxica, por lo que tal vez, ha sido más usada en la producción de herramientas (Pérez-Arbeláez, 1956).

 

Grupo III: Crescentia cujete L. (Bignoniaceae) (Anexo 1)

 

 Por sus diseños estas piezas se asocian al transporte y almacenamiento de líquidos, siendo este también un uso descrito para la especie (Pérez-Arbeláez, 1956). Sus bases son semiplanas y sus cuerpos globulares, algunas presentan cuñas de cerámica adheridas a la pieza para mantener su estabilidad y a su vez servir de soporte. Sus cuellos son cortos, rectos y anchos, sus labios generalmente rectos, lisos y no presentan asas (Figura 5). Registramos diversos diseños con colores en pintura positiva, representando espirales o el clásico color marrón, con brillantes bruñidos. Sus superficies no presentan incisiones y son lisas, simulando los frutos de Crescentia cujete. En este grupo hallamos los tamaños más grandes, ya que algunas piezas alcanzan los 50 cm de ancho por 70 cm de alto, en los tamaños medios encontramos vasijas con medidas de 27 cm de ancho por 35 cm de alto y entre los tamaños pequeños encontramos medidas de 13 cm de ancho por 18 cm de alto.

 

Figura 5

Grupo III: Crescentia cujete (Bignoniaceae)

 

Nota. A, B, C, vasijas prehistóricas, vista frontal. D, vista ecuatorial del fruto de Crescentia cujete. Fuente: elaboración propia.

 

Por su distribución altitudinal (0-1500 m), los diversos tipos de suelos y ecosistemas en los que se le encuentra, y por la versatilidad de usos que registra (Medina González 1996), sugerimos que fue una de las plantas usadas por los grupos indígenas del Cauca Medio. Además, es probable que esta especie creciera espontáneamente en la región (Montealegre, 2017) como ocurre en la actualidad (Anexo 1), al encontrarse en las cinco regiones geográficas de Colombia (Herbario COL, 2025).

 

Evidencia arqueológica y etnobotánica mencionan el uso de sus frutos hace 3500 años AP (Medina González 1996, Aguirre-Dagua, 2015), con registros en América Central, las Antillas, Ecuador, Colombia y Venezuela (Gentry, 1980; Moreira et al., 2017). Es posible que el cultivo de Crescentia cujete se originara en el noroeste de América del Sur,es decir, Colombia y Ecuador , donde la evidencia histórica y etnobotánica explica la utilidad de la especie (Ríos et al., 2007).

 

La utilización de los frutos secos del totumo como recipientes, fue descrita por numerosos cronistas durante los siglos XVI, XVII y XVIII (Aguirre-Dagua, 2015). Esto se evidencia por la presencia de un nombre para la especie en al menos nueve lenguas indígenas de seis familias lingüísticas diferentes y trece nombres comunes en español (Aguirre-Dagua et al., 2018). Por ejemplo, en el sitio arqueológico de Galindo, en la sabana de Bogotá, se hallaron materiales líticos asociados al procesamiento de vegetales, donde se encontró un recipiente de totumo (Correal y Pinto, 1982). Otros investigadores han asociado el totumo con la iconografía vegetal del Cauca Medio, no obstante, son pocos los registros arqueobotánicos, debido a que este tipo de restos orgánicos no siempre se conservan. Aun así, diversos grupos indígenas colombianos han descrito usos simbólicos para esta planta, por ejemplo, para los uwa de la Sierra Nevada del Cocuy, de lengua chibcha como kogis y muiscas, la metáfora de las mujeres son las totumas (Restrepo, 2007; Uribe Villegas, 2005). En la cosmología de los makuna de Vaupés, existen varias representaciones: las cuyas o vasijas elaboradas a partir de totumas tienen significados alusivos a la fertilidad y al útero femenino, donde en recipientes de totumas se almacena el mambe, simbolizando la fuente de fertilidad de los seres vivos (Cayón, 2001).

 

Grupo IV: Lecythis minor Jacq. (Lecythidaceae) (Anexo 1)

 

Estas piezas cerámicas evidencian impresiones abultadas o protuberancias equidistantes únicamente en la parte media de su cuerpo (Figura 6). De tonos marrones, con un bruñido que produce una superficie brillante, en algunas de las piezas se presentan incisiones que decoran las impresiones abultadas. Generalmente de un solo tono, con labios doblados y pronunciados. Los tonos de esta planta, como los de las vasijas, son uniformes y rara vez presentan policromía. Igualmente, la dureza de estas vasijas, similares a las del fruto, sugieren su función como recipientes. Sus tamaños son pequeños, con un ancho que presenta un rango de medidas de 12-18 cm, y altura entre los 6-10 cm.

 

Lecythis minor habita zonas tropicales y cálidas, entre los 25° y 32° C (Buelvas y Ramírez, 2014). Se extiende desde la costa norte de Colombia hasta los valles del Magdalena y Cauca, al oriente hasta las tierras bajas de Maracaibo en Venezuela (Mori et al., 2010). Prospera principalmente en hábitats secos, abiertos y alterados. Sin embargo, también se encuentra en bosques húmedos, especialmente a lo largo de cursos de agua (Mori y Prance, 1990). Esta especie se cultiva esporádicamente en América Central y en jardines botánicos tropicales (Mori et al., 2010).

 

Sus frutos hacen honor a sus nombres comunes: coco de mono, cocuelo, coquillo, olla de mono, ollita de mono (Mori et al., 2010; Lafont et al., 2012). El fruto se describe como un pixidio leñoso de borde grueso con dos o más celdas internas que almacenan las semillas (Buelvas y Ramírez, 2014). Este fruto se asemeja a una pequeña ollita que cuando alcanza su madurez libera una tapa u opérculo que se desprende del fruto cuando alcanza su madurez, exponiendo sus semillas, las cuales, al ser retiradas, exhiben un recipiente que en su interior presenta protuberancias sobresalientes (Buelvas y Ramírez, 2014).

 

Debido a su material leñoso y resistente, capaz de mantener líquido en su interior, el fruto de Lecythis minor podría asociarse con estas vasijas.

 

Figura 6:

Grupo IV: Lecythis minor (Lecythidaceae)

 Nota. A, B, C, vasijas prehistóricas, vista frontal y cenital. D, fruto seco en vista polar y ecuatorial de Lecythis minor. Fuente: elaboración propia.

 


 

Conclusiones

 

El registro arqueológico presenta diversos factores de interpretación donde el espacio geográfico es fundamental, así como el suelo, el clima, el relieve, la flora y la fauna.

 

Estas relaciones antrópicas y ecológicas también se reflejan en la iconografía vegetal. Lo cual se ha materializado en la alfarería, trascendiendo en el tiempo y transmitiendo escenas del espacio y su significado, generando datos para construir hipótesis sobre la relación entre la naturaleza y la cultura.

 

Las piezas estudiadas son vasijas cerámicas que sirvieron como recipientes, urnas funerarias y ofrendas, función que también habrían cumplido ciertos frutos. Existe una relación directa entre exterioridad de los objetos y los referentes, de tal forma que las piezas cerámicas se constituyen ellas mismas en una representación análoga de los frutos. En este sentido, estaríamos hablando de una relación de semejanza, significando esto que muchas plantas pudieron ser usadas como inspiración, pero también como un referente análogo de la realidad para la creación de piezas cerámicas revestidas de iconografía vegetal. Esto nos lleva a sugerir que los frutos de los grupos botánicos mencionados pudieron servir como modelos para hacer recipientes.

 

Algunas iconografías vegetales presentan diseños sencillos, no obstante, es evidente su semejanza con las especies botánicas mencionadas. Por ejemplo, las vasijas que representan a Crescentia cujete del grupo tres, indica cómo la simpleza de su iconografía, al igual que la forma de su fruto análogo, podrían tener diversos usos.

 

En relación con la utilidad de una pieza arqueológica siempre existirá incertidumbre, debido a que su uso podría ser múltiple. Por ejemplo, Cucurbita moschata carece de un exocarpo que se seque con dureza, por lo cual es inadecuada para la fabricación de utensilios más duraderos. Aun así, a partir de este fruto se pueden registrar recipientes para almacenar alimentos o transportarlos, dado que es liviana y podría conservar mejor el sabor.

 

Para el caso de Lagenaria siceraria, se observó lo contrario, ya que la pieza con esta iconografía vegetal se asocia a un uso artefactual, siendo un recipiente asociado al mambeo de Coca poporo, evidenciando relaciones de consumo de plantas de poder y ritualismo.

 

Lecythis minor ejemplifica la importancia de conocer las plantas nativas y útiles de una región donde se encuentran los sitios arqueológicos, recordando que el ser humano no solo hace uso de plantas domesticadas, sino que da un uso mixto a la flora, donde las especies silvestres que son útiles son fundamentales para el desarrollo de la vida humana.

 

Los estudios interdisciplinarios, en este caso integrando la arqueología y la botánica, son importantes para comprender la domesticación de las plantas. Puesto que, al explorar el uso de las plantas, su flujo genético y distribución, podrían develarse patrones sobre su evolución.

 

Se puede concluir que los grupos botánicos asociados a la iconografía vegetal temprana del Cauca Medio, representan plantas que fueron usadas en la prehistoria humana de esta región. Estas han proporcionado alimento, medicina, herramientas y ornamentación. Dado que presentan flores, frutos y semillas que llamaron la atención de los seres humanos, los cuales, eran conocedores y exploradores de su entorno natural.

 


 

Agradecimientos

 

Expresamos nuestra gratitud a Omar Peña, Harold Muños y Andrea Castrillón que en colaboración con la Concesión Pacífico Tres, permitieron el estudio de las piezas cerámicas. A Edgar Gabriel Suárez Higuera (Uniandes), Camilo Andrés Niño Méndez (UCaldas) y Leonardo Enrique Márquez Prieto por sus comentarios y sugerencias que mejoraron el documento. A Daniel Jaramillo por su apoyo en la construcción del documento. A los profesores Alejandro Zuluaga (Herbario CUVC) y Luis Miguel Álvarez Mejía (Herbario FAUC) por el envío de imágenes de los especímenes, y por permitir la consulta de las colecciones de herbario.

 


 

Conflicto de intereses

 

Los autores declaramos que no tenemos conflicto de intereses sobre la investigación o los resultados alcanzados.

 


 

Consideraciones éticas

El estudio no recopiló información que requiera consentimiento informado ni sujeta a tratamiento de confidencialidad.

 


 

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Anexo 1

 

Ejemplares de referencia para las especies registradas en el Valle del Río Cauca que representan afinidades taxonómicas.

 

Grupo III. Cucurbita moschata Duchesne (Cucurbitaceae). VALLE DEL CAUCA: Santiago de Cali, corner Calle 13 (Paso Ancho) and carretera 86, 970 m, 7 de mayo de 1990, P. Silverstone-Sopkin 5962 (CUVC 37176).

 

Grupo III. Crescentia cujete L. (Bignoniaceae). QUINDÍO: Calarcá, Vereda La Bella, finca Agroturística Combia Número 2, kilómetro 4 vía Calarcá – Barcelona, 1400 m, 1 de Julio de 2009, M.F. González Giraldo 21 (COL-COL000373052). VALLE DEL CAUCA: Santiago de Cali, 930 m, 1 de Enero de 1947, J.M. Duque-Jaramillo 4347 (COL-COL000211380).

 

Grupo IV. Lecythis minor Jacq. (Lecythidaceae). RISARALDA: Santa Rosa de Cabal, Cordillera Central, vertiente occidental, camino de herradura entre Termales y el páramo de Santa Rosa, hacienda El Margarital, 2500 m, 18 de Julio de 1980, J.M. Idrobo 9641 (COL-COL000310556). VALLE DEL CAUCA: Palmira, ICA, 27 noviembre 1974, G. T. Prance 23155 (COL-COL000310532, NY).

 


 

1 Antropóloga y Magíster en Ecología Humana y Saberes Ambientales. ORCID: https://orcid.org/0009-0008-8656-1752 - Google Scholar: https://scholar.google.com/citations?user=jutAURsAAAAJ&hl=en

 

2 PhD Biología Vegetal, Herbario UIS, Universidad Industrial de Santander. Bucaramanga, Santander, Colombia.  Correo electrónico: dsanin@uis.edu.co – ORCID:  https://orcid.org/0000-0003-0680-5531 - Google Scholar: https://scholar.google.com/citations?user=6P0F4G0AAAAJ&hl=es

 


 

Para citar este artículo: Pineda Burgos, L.F y Sanín, D. (2024). Afinidad taxonomica y ecosistémica de la iconografía vegetal en la cultura Quimbaya del Cauca Medio.Revista Luna Azul, (59), 104-123. DOI: https://doi.org/10.17151/luaz.2024.59.6  

 


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